Ahora
que he acabado de escribir mi novela parisina, no me apetece desvirtuarla,
quitarle esas imperfecciones y amaneramientos de los que tanto disfruto al
leerme.
Quizá
el mío sea definitivamente un caso clínico, pero –como Nino– no quiero
aplicarle mi cordura al escribir enloquecido de Nino Ortea. Él fabula desde
siempre, y yo me niego desde ahora a censurar sus textos de acuerdo con unas
normas que sólo considero válidas para escribanos públicos: y lo que él “ninea”
no son escrituras de propiedad, sino fantasías a compartir. La fuerza del
escribir “ninorteano” no está en su habilidad para imaginar historias
fantásticas, sino en su capricho expresionista. No es lo que cuenta, es cómo lo
cuenta lo que hace de su hablar o escribir una voz diferenciada, que no
acertada. Pues si mi heterónimo escritor fuera un “acertador”, hace tiempo que él
sería millonario en ilusiones y yo en dinero de las apuestas.
Al
igual que mi personaje de Nino Ortea, no busco ser una persona normal, lo que
ambiciono es ser un hombre feliz. Y aunque soy feliz cuando él escribe, lo soy
más cuando lo leo y mi mente reescribe lo que él cuenta. Desconozco si mi
deducción es deductiva o inductiva, pero si en mi vivir soy incorregible,
encuentro lógico no corregir su escribir. Así que, de momento, su novela
afrancesada se queda sin abril, a espera de yo que discurra cómo aprovechar el texto sin escurrirlo de
su esencia “ninorteana”.
Imagen de la película "Casablanca"
Siempre
nos quedará París, mon cherie, para
volver a callejear por sus ruelles
cuando mis ademanes no vayan de gris y tu ilusión vista de azul, Sidonie.
Me gustaría leer esa novela. Besos!!
ResponderEliminarBuenas tardes, Ángela:
EliminarGracias por tu interés lector. No estoy seguro de lo que haré con el texto parisino; si me sigo viendo incapaz de corregirlo, probablemente aproveche algunos de sus pasajes para convertirlos en relatos.
Gracias por tu ánimo.
Un abrazo cordial, Ángela.
Mucha suerte, amigo mío
ResponderEliminarMil besitos de jueves.
Buenas tardes, Auroratris:
EliminarGracias por tus deseos venturosos. Soy más un hombre con suerte que de constancia, por lo que confío en que algo bueno acabará ocurriendo con el texto.
Un abrazo viernudo, Auroratris.
Pues si, es casualidad Nino
ResponderEliminarayer tocaba pasear por París y hoy, por suerte, de mañana al menos desayuno a la parisiene, leyendote
Te digo lo de siempre, lo que importa es ser uno mismo, eso si nos otorga instantes felices aunque no nos llene la saca .... cada uno sabe lo que quiere y necesita
un abrazo y buen fin de semanas
Ma chère MaRía :
EliminarJe suis enchanté de pouvoir jouir de ta compagnie enchanteresse. C'est toujours un plaisir te lire, ici, dans ton blog ou à ce Paris littéraire où nous nous rencontrons. Le meilleur t'a désiré, camarade. Une forte embrasse.
NIno, los libros que uno escribe, son como los hijos. Uno los quiere con sus virtudes o defectos. Y aveces si se les observan imperfecciones, muchas veces no lo son. BIen por tu novela parisina. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarBuenas tardes, Carlos:
EliminarTienes toda la razón: quiero por igual a todo lo que escribo, independientemente de que los textos vean o no la luz pública; es más, algunas de mis “enninaciones” favoritas nunca verán la luz, pues no fueron escritas con el propósito de ver la luz. Y sí, son muchas las ocasiones en que la autocrítica supone una censura excesiva, por eso releí mi borrador de novela parisina antes de decidir abandonar el proyecto: en conjunto, lo que escribí no es una novela, es un delirio.
Grcias por tus palabras de ánimo, Carlos.
Me gusta eso de no querer ser normal, sino ser feliz. Y eso a veces se consigue con algo distinto a lo normal, a lo que se considera normal. Y es una ambición válida. ¿Por que conformarse sólo con las pequeñas cosas?
ResponderEliminarAlgunos errores pueden convertirse en aciertos involuntarios. O con suerte, pueden llevar a mejores ideas. Me pasó con una historieta basada en un cuento de Asimov, que termniné esta semana.
Está claro que Sidonie es tu musa.
Saludos.
Buenas tardes, Demiurgo:
EliminarTengo la suerte de ser normal dentro de los cánones que definen a un ser humano, de lo que no tengo ninguna gana es de ser normal según los patrones de nuestra sociedad encorsetada. Por suerte, mi vida es bastante tranquila, lo que ayuda a que no sea una vida infeliz.
Creo que la sencillez es la mayor de las perfecciones de la naturaleza; incluso lo que nos parece grandioso (una catarata, un valle fértil o un océano embravecido) no es más que un estado de la naturaleza en su curso. No voy a negar que me pueda encaprichar lo recargado, pero no siento ninguna fascinación por las mujeres artificiosas ni por las vidas glamurosas.
Sí, no sólo aprendemos de errores, sino que muchas veces nos conducen a aciertos. Siento curiosidad por llevar a ver esa historieta que mencionas.
Tú eres un autor prolífico, de ahí el vergel de musas que te inspira; yo soy un escritor árido (las palabras se me secan al intentar acercarlas a mi sensibilidad, de ahí que mi inspiración sea unívoca.
Un fuerte abrazo, Demiurgo.
Cambiando mi vida despues de once años
ResponderEliminardejo el libro que estaba leyendo siempre con el mismo final
Quizás lo hacía por comodidad
quizás lo hacia por rutina
mi libro nuevo que por supuesto yo no escribo
tiene algo de rezo
un poco de amor comida... felicidad de a momentos pasión y no tiene final ya que recien lo empiezo
Buen dia Nino
ya ves Te leo....
Buenas tardes, Mucha:
EliminarCreo que llevo toda mi vida enamorado de una mujer tan caprichosa como yo, de ahí mque ella cambie a su gusto de nombre, edad o fisionomía; pero siempre la acaban delatando su mirada cómplice y el eco de su risa sincera. Hasta ahora, nuestros finales son siempre los mismos: por suerte me llevan a un principio que supone volver a empezar una historia de protagonistas similares pero situaciones distintas.
Confío en que tu libro nuevo mantenga viva tu ilusión lectora, Mucha.
Siempre nos queda la luz de la palabra al final de un día de nostalgia o incomprenaión de o con la marea que nos envuelve en la vIda diaria.
ResponderEliminarSiempre hay un Paris que reNace para hacerlos sentir, vivir y latIR.
Siempre.
Y siempre mi abrazo ☆
Hola de nuevo, AtHeNeA:
EliminarNuestra ensoñación vive en una ciudad diferente a donde reside nuestra rutina, el París que literalizamos no es el literal, pese a estar reconstruidos con letras. Quizá el vivir en ciudades invisibles hace que ensoñación y rutina puedan coexistir en un mismo espacio.
Mientras te escribo me han entrado ganas de volver a leer la novela “Las ciudades invisibles”, de Italo Calivino.
Un abrazo, AtHeNeA.
Me gusta que Nino Ortea sea un personaje. Me gusta el propio diálogo entre Nino autor y Nino personaje con su Sidonie.
ResponderEliminarpor momentos siento que el Nino autor se convierte en el Nino personaje y viceversa
Abrazo!
Buenas tardes, Frodo:
EliminarTengo varios personajes, dependiendo de la personalidad que aflore en una situación u exija un contexto: en contextos burocráticos soy “Marcelino”, en contextos laborales soy “Marcelo”, en situaciones de afecto soy “Nino”, en situaciones creativas soy “Nino Ortea”…
Mis personajes conforman mi personan, sus inspiraciones son mis ilusiones: donde Nino Ortea le escribe a Sidonie, yo estoy apalabrando mi esperanza.
Un cálido abrazo, Frodo.
Me parece precioso, el regalo que te haces a ti mismo con ese "ser" al que le puedes contar lo que sientes en cada momento, sin temores. La confianza en ella, es emotiva. Lo interesante es saber que, el personaje no es ni realidad ni ficción, sino el lado cómplice del autor; no un invento, sino una posibilidad, como bien dices, de ser esperanza. Y me parece precioso.
ResponderEliminarLas ilusiones son esperanza y nunca deberían faltarnos. Así me gusta pensar, también.
Donde estoy ahora, no tengo conexión a internet, me acerqué un momento al pueblo cercano y te escribo con rapidez.
Me encanta tu buen ánimo, compañero.
Un abrazo. ¡Salud!
Hola de nuevo, Clarisa:
EliminarNo sé cómo agradecerte el esfuerzo que haces para comentar y leer este blog. Me hace muy feliz contar con tu compañía. Por cierto, te anticipo que tras mi fracaso con la “novela parisina”, he empezado la escritura de un nuevo proyecto, menos ambicioso y, confío, más satisfactorio.
No sé cuándo me convertí en mi amigo invisible, pero creo que fue en algún momento mientras estudiaba EGB. Por entonces no tenía sueños creativos y mi ilusión era sobrellevar las duras horas de escuela: un alumno que no hace lo que se le ordena, sino lo que se le pide, será siempre tachado de “problemático” y “rebelde”; un compañero que no juega el fútbol ni violenta a los compis más débiles, es un “marica”, un “raro”. Imagino que Nino Ortea nació en alguna de esas horas que me pasé encerrado sin luz en el sótano bajo la oficina del director del Colegio Público Jovellanos. Imagino que Nino Ortea empezó a caminar a mi lado cuando me alejaba de quienes me insultaban y escupían por no ser como ellos.
Niño Ortea ("Ninín, como yo lo llamo) está aquí a mi lado mientras te escribo, Clarisa. Me mira y sonríe, pues también él se siente dichoso de contar con tu amistad.
Salud y suerte, compañera.