La
verdad es que intenté cambiar.
Acercarme
a lo que se esperaba de mí.
Troqué
el yo por el nosotros.
Intenté
compartir mi (casi) todo.
Practiqué
la cuenta atrás cuando veía que mi impulsividad despegaba…
incluso
esperé a que los demás se hubieran servido, antes de acercarme la fuente con
comida.
¡Todo
para nada!
Al
final, acabé con un muñón por corazón, un blues por autoestima, y con una
desbaratadora seguridad de haber estado haciendo el gilipollas todo ese tiempo.
No more Mr. Nice guy!
O,
como diría mi madre: "Para el que no
quiere, tengo yo mucho”.
Se acabó.
Acabóse.
È
finita.
It’s
over.
C’est
fini.
No más
lágrimas en la lluvia, sólo venir y enloquecer.
Gracias
por tu compañía, atento lector.
¡Mañana
más venyenloquecimientos y más
rocanrol!
Estás teniendo problemas con el libro?
ResponderEliminarBuenas tardes, Ángela:
EliminarNo, el libro va fenomenal: si sigo a este ritmo con la ¿última corrección? habré acabado la edición del texto para el lunes.
Sin entrar en personalizaciones, digamos que intenté participar del buenismo social, y he acabado harto.
Un abrazo, Ángela.
Me sumo a No more Mr Nice guy.
ResponderEliminarHay un interesante concepto, la asertividad. Ser asertivo significa el propio de vista, no caer en la pasividad ni en la agresividad.
Bien planteado.
Hola, Demiurgo:
EliminarSí, la asertividad es un comportamiento tan interesante como conveniente. Y has dado en el clavo, pues la causa de mi autodecepción es el no haber sido asertivo en ciertas situaciones.
Muchas gracias por tu comentario, Demiurgo.
Bueno, la vida tiene tantos vericuetos, para vivirla, engaña y desengaña. En últimas somos nosotros mismos, los que de tantos ires y venires, le encontramos la comba al palo. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarBuenos días, Carlos:
EliminarGracias de nuevo por tus palabras, Carlos.
Sí, la vida engaña y desengaña, es dulce y amarga, pero tiene sabor. Mi problema está en cuando dejo que mi autoengaño me lleve a ser cómo se espera de mí, y desoigo mi instinto.
No conocía la expresión “encontrarle la comba al palo”, me parece muy expresiva.
Un abrazo, Carlos.
Es lo que se espera... cambiamos hasta que al final nos damos cuenta de que... no somos nosotros.
ResponderEliminarMe gustó mucho leerte, amigo Nino.
Mil besitos para tu noche.
Buenos días, Auroratris:
EliminarGracias por tus renovadas muestras de aprecio.
Ayer mismo conversaba con alguien a quien admiro y que está en un proceso de lucha contra un cáncer de médula. Está asustada ante su enfermedad, aunque la afronta con dignidad y vitalidad. Le asustan los cambios que está experimentando en su cuerpo y en su vida, máxime cuando los médicos le insisten en que intente llevar una vida normal. Yo le dije que es natural su miedo al cambio, pues en algunos aspectos para ella conlleva pérdidas y en muchos, incertidumbres. Y respecto a la vida: debe ser feliz, no normal –lo que deben ser “normales” son sus marcadores en los análisis clínicos–.
Me gusta nuestro leernos, Auroratris.
Un fuerte abrazo.
Cambiar sin convicción, no dará el resultado esperado, ni para el propio, ni para el ajeno. Pero está el "acercamiento prudente", en el que te haces notar pero dejándote alguna reserva, por si hay que dar la vuelta y dejar que cada quien corra para donde quiera...je (Tú me entiendes). Y es que esto del relacionarse con otros de la misma especie, a veces es bastante aburrido y desquiciador. ( A mí, quien mejor me entiende es mi perrita Lúa y da gusto sentir que te aceptan y te quieren sin reproche alguno). No estoy segura de que hayas hecho el gilipollas todo el tiempo, je... bueno, yo es que soy muy optimista, siempre pienso que el gilipollas lo hacen otros (como tú muy bien dices, hay que enloquecer un poco cada día).
ResponderEliminarBonne nuit!
Buenos días, Clarisa:
EliminarSí, lo has sintetizado a la perfección: sin convicción.
Este mismo sábado, mi amigo Rubén Paniceres decía que me define la pasión en lo que hago (el contexto era una conversación en la que me animaba a participar en un libro), que esa pasión hace que lo que escribo tenga una capacidad comunicativa de la que carecen otros textos que son mucho más conseguidos en lo formal.
Soy un hombre de convicciones marcadas, sin que ello me haga sentirme convicto por ellas. Mi carácter pasional e impulsivo hace que no sea ducho en el "acercamiento prudente", de ahí que sea habitual el que opte por el mantenerme alejado de personas y ambientes que me incomodan. Este autoalejamiento se traduce en una situación de aprietos económicos y sequía afectiva –de ahí que agradezca tanto las muestras de afecto que recibo en el blog, pues las siento dirigidas a mi persona, no a mi personaje literario–. Por no tener, no tengo ni mascota, me dio tanta pena verme obligado a matar a la única que tuve (se moría de cáncer), que no me he vuelto a plantear tener ninguna (aunque me gustaría tener una tortuga y un gato)
Pese a lo sorprendentemente feliz que me siento desde que llevo una vida tranquila de semiasislamiento, hay veces en las que desoigo a mi instinto y hago compañía con personas que no me aportan nada salvo lo efímero. Luego me acabo arrepintiendo.
Sí, sin llegar al delirio, a diario pierdo la cabeza por caprichos.
Un abrazo, compañera Clarisa. Cosquillas a Lúa.