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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

viernes, 16 de abril de 2010

Amazing Ordinary Things



¿Debe ser el Arte algo gratuito?

Encuentro difícil la respuesta a este planteamiento, más allá de remitirme a la voluntad de cada creador. Lo que sí tengo claro es que el Arte NUNCA debe ser algo barato.

Internet —ese laberinto en el que cada vez me siento más Dédalo— nos ha acostumbrado a la ganga perenne en su sección de contenidos culturales. Curiosamente, las empresas que posibilitan dicha gratuidad, llamémoslas Google o Telefónica, son cada vez más poderosas y expanden su ámbito de operaciones fuera de su mercado original. No es que me quiera poner en plan Gandalf en El señor de los anillos, y las vea como jinetes espectrales que amenazan nuestra apacible comarca al servicio de un Mordor maligno. Pero está claro que ambas ambicionan su tesoro: unas se hacen de oro negociando con nuestros datos confidenciales, y otras posibilitando el que no respetemos los derechos de autor. ¿Para qué quiere Google convertirse en un Big Brother que haría palidecer al temido por George Orwell? ¿De qué sirve el que la Fundación Telefónica apoye muestras culturales, si nos vende la necesidad de tener 20 megas de descarga? Para descargarnos qué, ¿el B.O.E. en pdf? ¿El último catálogo de Alcampo?



Adicción y dependencia. Eso es lo que buscan. Nos convierten en acumuladores de teras y en pusilánimes frente al Poder. ¿Exagero? Piensa en cómo de repente Internet ha tomado fuerza en tu vida. Pese a mi autarquía económica, en más de una ocasión me he planteado dejar de bucanear el acceso a La Red y gastarme 30 euros que no me sobran para así poder jugar a Farm Ville, leer los correos de mi amigo Enlarge Your Pennis o descargarme toda la discografía de Los Pecos.



Aunque claro está, también me ha dado la oportunidad de abrir este blog, escribirme con David o Lucía y enredarme en lecturas sorprendentes…



Como os decía, no tengo claro si el Arte debe ser gratuito. ¿Por qué el Arte y no el pan, el cariño o el dentista? ¿Qué es lo que lleva a las Instituciones a ser pródigas con lo Cultural y sórdidas en lo Social?

Yo no quiero ver partidos de fútbol en alta definición ¿gratis? en televisiones públicas, ni que mi ayuntamiento me regale cuidadas publicaciones de autobombo. Yo no quiero que la entrada a algunos museos sea gratuita, ni una red de bibliotecas que compite en préstamos con videoclubs. Yo lo que quiero son servicios públicos gratuitos y eficaces, suministrados por servidores públicos no por serviles ante el Poder que, tras ser admitidos en la casta de los elegidos, se desentienden de sus conciudadanos. Yo lo que quiero es un estado del bienestar universal, y no que la gente se muera con dolores por falta de fondos estatales, mientras se derrocha el dinero en comprar los derechos televisivos de competiciones en las que siempre juegan los extraños y ganan los otros. Yo quiero una Cultura libre de mogules cazurros que, a la vez que se enriquecen con lo público y gratuito, impiden resonar a voces discordantes.

Yo lo que quiero, Lola, es que tú me quieras, pero hace tiempo que sé que es imposible. Y es que, ante el Arte me pasa lo mismo que tras de ti, no puedo evitar preguntaros lo mismo que cantaron Fito y Los Fitipaldis: ¿Para qué quererte tanto, si después te vas?



Tú, el Arte y mis ideas, juntos os vais y me dejáis, como ahora, vacío.

Mi intención al ponerme frente al teclado, era hablaros del concierto de la cantautora Anne McCue al cual asistí ayer. Pero está visto que la Inspiración, al igual que el Dios de los creyentes, escribe sobre renglones torcidos.

Mañana más. Ahora estoy cansado de Internet. Pero sé que por mucho que la maldiga, al igual que me ocurre contigo, siempre acabo volviendo.

Ahora, el que os deja soy yo. Me voy.

Nino

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