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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

lunes, 5 de abril de 2010

Parole, parole, parole


Creo en el poder de la palabra. Considero que este blog es una prueba de su efecto positivo. En bastantes aspectos, Ven y enloquece tiene mucho de ese cuaderno en el que los psicólogos aconsejan a sus pacientes que escriban sus reflexiones.

Creo en el poder curativo de la palabra. Aunque sea dicha a destiempo. En gran medida Ven y enloquece es un mantra de autoestima que enfoca y centra mi animo.

Por fortuna, no sólo soy yo el único que tiene esta sensación. También la compartís parte de quienes lo leéis, tal y como ayer me comentaba por correo una inesperada lectora:

Hola Nino,ya te explicaré con calma lo que percibo al leerte.Pero así ,de brote pronto,me sugiere intimidad de sentimientos y sensaciones que plasmas con pluma ágil,acercándote a todo lector necesitado de encontrar explicaciones a hechos cotidianos.Sí ,es eso,una lectura de sugerencias.

Para muchos, el uso de la palabra más allá del monosílabo es un acto de soberbia. Lenguaraz, charlatán o verborréico son algunos de los denostativos con los que los enmudecidos deshonran a quien no se calla lo que siente. Es más, no faltan prosodas que nos denigran como “egocéntricos” por hablar de nosotros y no de la nada, como hacen ellos. Y siempre está la legión de cobardes que usa el silencio para trasmitirte su desprecio. O quienes creen que aquello que se omite deja de existir.

En mi tendencia a la prosopopeya os puedo asegurar que uno de los descubrimientos que conllevó trabajar clausurado en un turno de noche, fue entender la dureza de un régimen penitenciario de aislamiento. Pues siempre había pensado que de estar encarcelado, mejor tranquilo en una celda que compartiendo duchas con la gandaya. La soledad me llevó a llorar. Entendí al Steve McQueen que enloquecía cada vez que lo encerraban acompañado por su guante y pelota de béisbol.

Vale, ya sé que ese abatimiento me invade porque soy un pupas. Los iletrados aprovecharían esas noches para leer. Los vagos para hacer algo. Y los pusilánimes para mantener su ánimo.

He tardado en acostumbrarme a ese trabajo, y cada vez que vuelven a confiar en mi para desempeñarlo, junto con el agradecimiento viene el miedo a volver a los tiempos en que esa soledad fue la puntilla que me llevó al desmoronamiento anímico. Ahora, siempre que retomo esa tarea me hablo, repitiéndome palabras de ánimo o releyendo cosas que he escrito. Las palabras mantienen mi tranquilidad.

Creo en el poder curativo de las palabras. Por eso me gustaría trasmitir mi apoyo al movimiento ciudadano que defiende el mantenimiento en Gijón del programa Terapia de Reencuentro. Programa que busca orientar a sus beneficiariosn sobre cómo comprender mejor las relaciones interpersonales Entre sus actividades, desarrolla talleres por el buen trato para ayudar a las personas a que sean conscientes de lo que les pasa, utilizando el dialogo y las relaciones de paz entre hombres y mujeres y evitando así medicaciones innecesarias en algunos los problemas psíquicos y físicos

Mañana martes, 6 de abril, tengo todo el interés del mundo por acudir a las 19:30 horas al CMI Gijón Sur. Y escuchar a Elena Fernández Ardisana, enfermera de familia y Salud comunitaria en el Centro de Salud Natahoyo, Gijón y Coordinadora de Terapias de reencuentro.

Para quienes no estéis muy al tanto de la problemática que rodea al mantenimiento de este programa, me he permitido resumir un artículo de la periodista del diario gijonés La nueva España, Ana Isabel Rubiera:

Salud y suerte a todos.

© Nino Ortea. venyenloquece@hotmail.com Gijón 5/IV/10

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