El atrevimiento de este mensaje que le viene del estío, es aún más intemperante teniendo en cuenta que me dirijo a usted vía Internet —ese medio más rápido que el ojo de La policía del pensamiento— y usando un ordenador —convector alejado de las máquinas de alegría—.
Confío en que disculpe lo incorrecto del medio y soporte que he elegido para felicitarle por los 90 años que lleva saboreando manzanas doradas al Sol. No soy un hombre ilustrado; pero gracias a usted llevo en mi equipaje algo más que unos cuentos para dinosaurios.
En este carnaval de vanidades y tinieblas, sus textos me han emocionado, admirado o apesadumbrado. He conocido realidades distantes en años luz, pero hermanas en su búsqueda de remedios para melancólicos. Desde que leí su libro “El país de octubre”, no he dejado de verme reflejado en el humanismo de sus planteamientos y reflexiones.
El futuro ya está aquí, sin que nos avisara el sonido de ningún trueno. Y con él han llegado sombras verdes de esperanza. Confío en que éste sea el verano de mi despedida de ilusiones que el fuego del malsentir ha convertido en cenizas.
Gracias a usted, y a otros como usted, sé ahora y por siempre que esta vida no es un cementerio para lunáticos.
Yours sincerely:
Nino Ortea