En la mañana de hoy se ha fallado el Premio Nobel de Literatura, proclaman los voceadores.
No sólo se ha fallado, se han equivocado —voy YO, y ahora añado— pues a MÍ no me lo han dado. Y no es porque no me haya mostrado interesado en su componente hacendado.
Craso error han cometido, dado que a otro han hecho más rico y a mí me continúan mega pobre.
No es mi intención negar la desvalía literaria de Mario Vargas Llosa. Para hacerlo, tendría que haber leído al premiado relamido. Y, por eso de evitar los sofocos de la envidia frustrante, hace tiempo que no me pongo ni bajo sus focos ni delante de su cursilería.
El caso es que a la Injusticia, en su apremio, le ha dado por dar un premio a Don Mario. También podían haberse hecho los suecos estos académicos y declarar desierto el galardón, hasta que Ninito escribiera su librito. Pero no, van y retribuyen a aquél de quien mis ojos huyen. Bueno, un contrincante menos para el próximo año. Finalmente, he cortapegado MI primera novela. aquí os ofrezco la coartada de su portada.
Además, el premio se lo pueden dar a quien quieran. A mí que me den el dinero, que a este paso no salgo de soltero. Con la de chicas de Gijón —como Yanina, Nina o Ninoska— que quieren conocerme en Internet; pero nos lo impide mi falta de un puñao de parné…
Venga, Mario, que sé que me estás leyendo. Para ti la fama y para mí la lana.
Anda, no me seas trostélido que me quedo gélido a falta del calor de Gelita, la moscovita.
Di que sí; y si vienes a mi ciudad yo seré tu perro.
Y pensar que ahora tendría que estar estudiando para un examen.
Nino Ortea: calvo, pobre y apremiado.
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