Centrándome en el objeto del análisis que ahora comienzo —El cine de género en Europa Occidental de 1960 a 1979— intentaré compartir, en los sucesivos textos que colgaré en Ven y enloquece, una reflexión sobre una amalgama de situaciones e inquietudes que explican o motivan el tremendo éxito industrial y creativo de las obras englobadas en esas tendencias artísticas; a la vez que cimientan su innegable boga comercial. Auge que posibilitó el que las cinematografías nacionales llegaran a competir, cuando no a superar, en cuota de mercado con los filmes estadounidenses.
De hecho, de las 100 películas españolas con mayor número de espectadores a fecha del 1 de enero de 2010 —según el informe del Ministerio de Cultura— 77 títulos pertenecen a este período citado.
Con todo, no nos encontraremos ante algo novedoso, sino frente a un fenómeno industrial que evoca los orígenes del Cine. Que nos lleva a la época en que las películas de género, basadas en el desarrollo del continuo cultural europeo, mandaban en las pantallas mundiales con nombres propios: del Julio Verne al que evoca George Melies en Viaje a la luna (1902), al Maciste que protagoniza el primer gran éxito del cine kolossal italiano —Cabiria (1914, Giovanni Pastrone)—. Prueba de este peso de la industria europea, es el que la productora Pathé, la cual llegó a filmar westerns en la región gala de Camargue, controlaba en 1908 dos tercios del mercado estadounidense.