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sábado, 20 de abril de 2024

Sobre «Barry Windsor-Smith: Storyteller» 2/5

El regreso de Windsor-Smith a la historieta, se lo plantea el director de cine Oliver Stone, al encargarle unas tiras gráficas sobre el bárbaro “Mandro” para la película «La mano» (1981), en la que Michael Caine interpreta a un dibujante de cómics. Retorna a Marvel en 1984, con números para “El hombre máquina”, “Iron-man”, “La Patrulla X” o la serie limitada de “Lobezno” «Arma X». En esta época Smith ilustra sus propios guiones, resultando de la mezcla entre lo detallado del dibujo y lo preciso del escrito algunos de los mejores cómics de la década en Marvel.

En los 90, escribe, dibuja, entinta y colorea trabajos para Valiant (“X-O Manowar”, “Unity”,...), Malibú (“Rune”), Marvel (crossovers de “Rune” con “Estela Plateada” y “Conan”) o Image (“WildStorm Rising”).

¿Quién mató al narrador?

En octubre de 1996 de la mano de Dark Horse sale a la luz el que ha sido su proyecto más ambicioso: «Barry Windsor-Smith Storyteller» (comercializado, con ciertas limitaciones, en España como «Jóvenes dioses y amigos».

Nos encontrábamos ante una serie, con la que buscaba realizar el cómic que despertase el interés de una industria sumida en la redoma eterna de recontarnos la misma historia; y el de un público hastiado de ese pertinaz más de lo mismo.

Bastó con observar el impresionante nº 1 para ver confirmados todos nuestros sueños. Windsor-Smith firmaba un dibujo afanado, cuya belleza intemporal y acertada narrativa atraían hacia su lectura al más reacio de sus detractores. En cuanto al guión, se presentaban tres historias narradas con desigual pulso por un BWS que mostraba su intención de mezclar lo heroico con lo mundano, lo dramático con lo cómico.


Parecía clara la apuesta de Dark Horse por la colección. Formato tipo álbum europeo de calidad cercana a la de nuestras ediciones rústicas, no aparecía ningún tipo de publicidad en sus 32 páginas. Su importe de 4.95 dólares –el precio medio de un comicbook era por entonces de 2.99 $– afirmaba la intención de sacar un producto digno a un precio asequible. A esto se unía el que la empresa asignase al proyecto a parte de lo mejor de su plantilla. Diana Schutz, editora de “Bacchus”, “Sin City” o “Grendel” era el enlace editorial. Mike Richardson, encargado de la colección, añadía a su valía como editor —demostrada a lo largo de su fructífera vinculación con un artista tan personal como Bryan Talbot en «La historia de una mala rata», «The Adventures of Luther Arkwright» o «Heart of Empire»– su condición de admirador confeso de Barry Windsor-Smith.

Sin embargo algo transformó a este sueño en una pesadilla. La cadencia mensual de la revista se vio alterada en el nº 7, retrasado en un mes. En el nº 9 se nos anunciaba el cierre de la colección al llegar al nº 12, cuando en realidad la novena entrega fue la última publicada.

Windsor-Smith califica a Richardson de inútil incapaz de aportar ninguna idea ni solución ante los problemas que surgían. Limitándose a enviarle mensualmente la escuálida lista de presolicitaciones de ejemplares. El creador se sientr traicionado ante la letanía de promesas convertida en mentiras. Culpa a Richardson de la depresión que sufrió tras el cierre de la colección y de la irremediable desconfianza que ha desarrollado hacia sus editores.

A Dark Horse los considera tan impresentables como sus adaptaciones basura de éxitos cinematográficos. Cree que el trato y la publicidad de su producto no fue la adecuada, llegando a tener que ocuparse personalmente de ella desde su estudio en Inglaterra.

Richardson asegura que BWS cambiaba constantemente de opinión respecto a sus necesidades para la obra, a la vez que el tamaño del álbum dificultaba su distribución, y venta. El que Windsor-Smith concibiera sus tres historias como series río de desarrollo irregular, impedía sacar un tomo recopilatorio. Dark Horse perdió dinero en una aventura que cuidó con el máximo esmero, mientras que el arte del que se siente tan orgulloso Barry Windsor-Smith, no atrajo al número de lectores que se esperaba, aunque se le concedió la máxima libertad creativa. Se llegó a acceder a que su nombre formara parte del título de la publicación, mientras que el logo editorial no aparecía en la portada.

El caso es que en su nº 9, el narrador enmudeció. La defunción de la serie, que BWS se comprometió a continuar en cuanto recuperase fuerza anímica, fue consecuencia de la triste situación del mercado del cómic. Es decepcionante el que un producto con un trabajo tan afinado y un acabado tan esquisto, no llegase a vender la reducida cantidad de 50.000 ejemplares en todo el mundo.

 

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