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Es descorazonador ver que algo que haces con la mayor de las ilusiones pasa desapercibido. Pero, esta percepción disasociada fue algo habitual en nuestra norelación. Al ver lo que ella entendió que me debía devolver, no pude evitar pensar en nuestro pasado:
Al despertarse a mi lado, nunca recordaba nada de la noche anterior. “Demasiadas sonrisas”, pensaba en silencio, mientras yo intentaba volver a hacerle reír, sin darme cuenta de que ya no era ayer si no mañana. Y de su vera me iba sin saber lo que duraría mi espera.
Así que, tras estas palabras, confío que su recuerdo comience a anidar en el olvido. Pues el afecto sabe a fracaso cuando se muere; y tanto ella como yo seremos muchas cosas, pero no fracasados.
Sirva este texto como acuse de recibo, como gracias por el cariño recibido y como un adiós refinitivo.
Ahora, el resto es silencio.
Y hasta aquí mi versión, falseada por mis sentimientos, de una historia en la que fui parte, y que plasmo en un blog en el que soy juez. Confío en tu perspicacia, preclaro lector, para que comprendas el carácter ficticio de este cuento pensado para ser representado en un teatro de títeres, donde yo sería la única marioneta. Después de todo, eso de reclamar lo prestado es algo fabulado, algo inexistente en este mundo poblado por gente de palabra.
Y ahora: ¡demos paso a nuestros patrocinadores!
©Nino Ortea Gijón, 12-VII-09
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