¡No hay nada como vitaminarse! Aunque, mejor me centro y acabo de comentar la peli. Dentro de un par de horas oscurecerá. Seguro que la santa compaña de pellejudas y sus sombrones despiertan del letargo y salen a mi encuentro. ¡Problemas de ser leyenda!
Ya en su anterior película — Los no muertos (Undead, 2003)— Peter y Michael Spierig mostraron una tremenda imaginación conjugada con una narrativa muy eficiente. A la vez que salpicaban su factura de “género” con gotas de denuncia política, reflexiones sociales y socarronería. La presentación de un pueblo convertido, de la noche a la mañana, en un nido de zombies se presta bastante a ser interpretada como una sátira sobre aquel barro que enfangaba los Estados Unidos presididos por George Bush jr. O estos lodos de
La simpleza de catalogar el Arte, llevó a que la película fuera vendida como una más de vísceras y sangre. Y su excasa repercusión forzó una espera de siete años antes de que los hermanos australianos Speling pudieran escribir y dirigir una nueva obra. Con más dinero, actores reconocidos y una técnica más depurada.
En el año 2019,
Un día, el hematólogo que coordina una de esas investigaciones sanguíneas es abordado por una sugerente humana armada con dos buenas razones y una ballesta. A partir de aquí presenciaremos una lúcida abstración sobre las adicciones como forma de escapar de la realidad. Una reflexión muy crítica sobre
Se nos habla de una epidemia que sería la causa inicial del contagio; pero en realidad se muestra a otrora humanos que han decidido ser inhumanos para vencer enfermedades, pasar de oprimido a opresor o trepar solcialmente. Como toda Revolución, esta “evolución” también deberá hacer limpieza de aquellos que creyeron en su pureza de sangre e ideales, y que ahora se esconden en las cloacas, convertidos en el reflejo deforme de los ideales que defendieron.
Obviamente, hay escenas de descuatizamientos, mordisqueos, acción y reación. Pero, olvídate de vampiros seductores o solitarios. A éstos les huelen los pies y les cuesta llegar a fin de mes.
Una película bien hecha. Rodada con mesura y contada con inteligencia. En la que el eterno pusilánime Ethan Hawke encaja perfectamente en el papel del fluctuante hematólogo, y donde el siempre resolutivo Willem Dafoe me recordó a su personaje en Calles de fuego (Walter Hill, 1984), pese a las diferencias entre ambas producciones. Será que me hago viejo y añoro con más fuerza que vivo.
La resolución de la trama contradice lo contado en cierto pasaje de la historia —cuando veas la peli, me mandas un comentario y a ver si opinas lo mismo—. Pero, aún así me parece un relato bien contado que te atrapa desde su arranque incendiario. Quizás su final “deus ex machina” se deba a un propósito por parte de la productora Lionsgate de vampirizar la idea en forma de saga, pues todo parece indicar que ya han desangrado al extremo la sugerente idea presentada en el primer Saw (James Wan, 2004)
Si te ha gustado Daybreakers, quizás te apetezca leer la novela El año de Drácula (Kim Newman) editada por Timun Mas. En la que se nos presenta una Inglaterra donde
Y ahora, te tengo que dejar. Las calles vuelven a llenarse de espectros sin alma que me señalaran con el dedo por ser diferente.
Ya sabes, nos veremos cuando el destino nos alcance.
© Nino Ortea. venyenloquece@hotmail.com Gijón 26/III/10