Acabo de derretir en mi boca el primero del los mil y un helados que saborearé estos meses.
Es bueno que ciertas cosas se hagan presentes esporádicamente. Pues a veces esa condición fugaz intensifica su disfrute.
Lo mismo pasa con los recuerdos. Ayer noche, y ya van dos veces en menos de una semana, comparé mi período universitario con esta escena de la película Grease.
Es curioso cómo podemos amoldar nuestra memoria al patrón de realidades que no existieron, para así disfrutarlas como recuerdos intensos:
La película está ambientada en un instituto.
La vi en el Teatro Arango, en una tarde de 8º de EGB en la que ir al cole a que me desclasaran era la última de las opciones.
Durante mis años de instituto, los veranos pasaron rápidos y ruidosos.
Ya en la universidad, las noches de verano me supieron a saliva y salitre.
Ahora mismo, me relamo.
Nino