Encuentro halagador el que la parte de este blog que refleja mi percepción subjetiva de la realidad, atraiga vuestra atención. Bien sabido es que de objetivo sólo tengo mi condición de indiscreto.
Así que quien buscase textos impregnados de falso buenismo —o reflexiones sobre lo mucho que mejoraría El mundo si todos leyéramos El país— tras haber llegado a la conclusión de que soy un egomemo, hace tiempo que habrá concluido su lectura de Ven y enloquece. Adiós. Aquí —como en cualquier otra casa de vecino— lo que importa es quienes están, no los que faltan.Últimamente, vuestra curiosidad por mis trasuntos amorosos se ha visto substituida por interés hacia mi obra creativa.
Algunos os preguntáis cómo es que no tengo mayor presencia bajo cualquiera de mis otros heterónimos en el mundo del papel impreso. Soy el primer sorprendido.
De ahí que —pese a los enlaces con concursos literarios que me habéis mandado— haya decidido guardar en un cd mi ¿novela? Besando a un tonto.
En el patronaje de mis entretelas creativas me está resultando muy útil este blog, pues lo utilizo como contrate con el que acreditar ciertas autorías anónimas. Por eso me alteró tanto el reciente intento miserable de que Google censurara Ven y enloquece. Está claro que este blog no tiene contenido ilícito ni escandaloso. Es evidente que no alcanza ninguna resonancia que explique la hipótesis de la envidia. Y no soy víctima de ninguna conspiración que busque acallar una investigación que esté plasmando aquí. Es mi blog. Hablo de mí. Y quienes lo leéis, lo hacéis por curiosidad o aprecio, no porque éste sea el nuevo Código de Hammurabi.
Por lo tanto —ya que el proceso de denuncia no es resultado de un clickeo ocasional— no es necesario tener ninguna mente privilegiada, ni ser un paranoico, para llegar a la conclusión de que quien buscó acallarme es alguien a quien le molesta en su vida real el que yo fantasee aquí con la mía. Mi vida no es ningún capítulo de Los diez negritos, así que mejor no ir más allá en las deducciones, no vaya a acabar culpando a mi inexistente menordomo.
Prefiero aparcar el tema. Nunca llegaré a saber la verdad.
Bueno, una vez más sólo me queda daros las gracias por vuestro cariño e interés.
Salud y suerte.
Así que quien buscase textos impregnados de falso buenismo —o reflexiones sobre lo mucho que mejoraría El mundo si todos leyéramos El país— tras haber llegado a la conclusión de que soy un egomemo, hace tiempo que habrá concluido su lectura de Ven y enloquece. Adiós. Aquí —como en cualquier otra casa de vecino— lo que importa es quienes están, no los que faltan.Últimamente, vuestra curiosidad por mis trasuntos amorosos se ha visto substituida por interés hacia mi obra creativa.
Algunos os preguntáis cómo es que no tengo mayor presencia bajo cualquiera de mis otros heterónimos en el mundo del papel impreso. Soy el primer sorprendido.
De ahí que —pese a los enlaces con concursos literarios que me habéis mandado— haya decidido guardar en un cd mi ¿novela? Besando a un tonto.
Por lo tanto —ya que el proceso de denuncia no es resultado de un clickeo ocasional— no es necesario tener ninguna mente privilegiada, ni ser un paranoico, para llegar a la conclusión de que quien buscó acallarme es alguien a quien le molesta en su vida real el que yo fantasee aquí con la mía. Mi vida no es ningún capítulo de Los diez negritos, así que mejor no ir más allá en las deducciones, no vaya a acabar culpando a mi inexistente menordomo.
Prefiero aparcar el tema. Nunca llegaré a saber la verdad.
Bueno, una vez más sólo me queda daros las gracias por vuestro cariño e interés.
Salud y suerte.
Nino