Antes de que vayáis a acostaros, aquí vuelvo para
fabularos cómo desconocí a (una de) vuestra(s) madre(s).
Retomo mi ficción bibliotequeante donde había quedado
renqueante:
Entré
presto en la sección de préstamo y tras coger un volumen con muchas fotos,
recordé uno de los muchos rotos de mi etapa de estudiante. Ésa en la que yo ya
era un poco tunante y frecuentaba la biblioteca por si se me sentaba delante
alguna karateca de sonrisa deslumbrante cual bola de discoteca.
Con
el tomo en la mano decidí sentarme en la sala de estudio, que no es plan el que
a uno lo vean por la calle con un libro, pues de ahí se podía creer que pienso
e incluso que albergo ideas propias. Y ya me señalan bastante en la calle por
feo, ¡con lo que no quiero que además me afeen por mal pensar que leo!
Llevaba
diez minutos sentado tras mi visita al excusado, la verdad que me sentía
aliviado; aunque me empezaba a aburrir tras haber acabado el visionado de todas
las fotos que aparecían en la biografía de nuestro poderoso líder Pablo Iglesias:
El Cielo se toma por asalto y la cerveza sin
basalto.
En
aquella sala todo era silencio y hasta las moscas distraían sus vuelos para no
dificultar, con su aleteo, la lectura de tanta criatura que permanecía pendiente
de las pantallas de sus teléfonos móviles mientras ignoraba el desparrame de
apuntes y libros que tenía enfrente. Después de reparar en que allí quien no
leía, escribía; me puse a rellenar la quiniela, fiel a mi empeño de no hacerme
rico trabajando, sino apostando.
Dicen
que la suerte del feo, la envidian los guapos. Gijón debe de ser una ciudad
llena de hombres horrorosos, pues aún no me ha tocado ni lo puesto en una
primitiva.
Hablando
de primitivo: algo parecido al instinto del bajo vientre convirtió mi sangre en
vino tinto. Fue verla y me quedé embebido, sólo quería saborear la vida de sus
labios y la miel de sus caderas.
Y bueno, mis imaginados niños, veo que os estáis
quedando dormidos y acaba de amanecer el día. Si os apetece leerlo, aquí oscuento el resto de esta histeria.
Felices sueños y mejores ensoñaciones.
La vida de sus labios
ResponderEliminarLa miel de sus caderas
el goce infinito que fue verla....
No llevaba pintura alguna
su cara sin edad
reflejaba lo que yo queria ver y sentir
Tanto la había esperado
que no supe como reaccionar..
.o mejor dicho si lo sabía.....
La habia soñado sin conocerla....
sus caderas breves y sensuales su comportamiento de niña....
:)
Nino
excelente lo que he leido
Me ha encantado conocerte este año .
Brindemos por el 2015
dandole el mejor final que podamos
al 2014 con el cual nos hemos enredado hasta llegar al final
Nos vemos
un abrazo
Buenos días, Recomenzar:
EliminarTengo ganas de que se acabe este año, sin ser malo ha sido un periodo de tránsito en un viaje que ya se ha acabado. Espero el comienzo de enero con ganas y planes cuyo despegue se ve ralentizado por el amodorramiento social que nos invade por estas fechas. Te deseo lo mejor para el año 2014, sin duda encontrarnos ha sido algo muy estimulante.
Con tu permiso, no convertiré en punto y final los puntos suspensivos de tu poema y continuaré tu canto, a ver si mi voz es capaz de entonar sentimientos que se acerquen en intensidad a los tuyos.
Un abrazo, Recomenzar.
Interesante visita a la biblioteca y muy buena descripción de lo que allí acontece :)
ResponderEliminarMe ha encantado ese milagro de convertir la sangre en vino tinto....... y todos tus sentidos embelesados ante tal criatura.
Espero el resto de la historia un día de estos antes de ir a dormir o en su defecto al despertar.
Me tiene en ascuas!
una lluvia de besos, Sir Nino
Buenos días, Milady Maduixeta:
EliminarPara una vez que voy en casi treinta años, tenía que comprobar si se seguían practicando los mismos apaños que cuando yo frecuentaba sus salas por eso de al deseo darle alas. ¡Y pardiez que sí, había más de doce (por no decir de una docena) que se dedicaban al goce y no a la estudiadena!
De mi gusto por el buen vino y las mujeres traviesas, hablan mis noches sin tino y madrugadas aviesas. Peleón tengo el corazón, no el paladar; éste lo tengo fino no sólo para el vino.
Sabiendo de su espera procuraré acelerar mi escribir, que ni este es tiempo de pascuas ni mi intención tenerla en ascuas. Eso sí, la aviso de que este trovador juglarea con lo que un soñador juguetea, así que si no le gusta como el final clarea, reclame al maese Ortea.
Hay lluvias que uno desearía que fueran aguaceros, Milady Maduixeta.