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¡Voy a ver a mi Luisa, voy al Mississippi!
¡¡ Voy a ver a mi Luisa, voy al Mississippi!!
—Eh… maikelyackson, ¡toma el dinero y corre a ver a tu Luisa antes de que me dejes sordo! —(Si hay muchos placeres en la vida, ninguno reside en estar cerca de Nino cuando se levanta, cuentan las leyendas del barrio El Carmen, Gijón)
—¡Oye, Tom! —dijo el adolescente posando su armónica y pasando de Nino—. Ya se ha levantado “mister ronquidos 2009” . Por cierto, julioiglesias, —le apuntó al recién levantado mientras le seguía dando la espalda— ¡Súbete la bragueta, que se te va a enfriar el cerebro!
Nino se llevó la mano al vértice de su hombría sin sentir ningún placer por conocerse. Subió apurado la cremallera, logrando contener un grito que le recordó la principal inconveniencia de no llevar calzoncillos. Al pensar en el tironcillo cutáneo que le esperaba cuando tuviera que abrir el cierre, adoptó un semblante que provocó la carcajada del negro sonriente.
—¡Tom! ¡Ven! ¡Esto es mejor que cuando a la tía Polly la espantan las gallinas!
—¡Paso de ir a verle el careto a ese triste fullero! ¡Mejor vienes tú a ayudarme, Huck, que estoy acabando nuestra balsa pirata!
—¡Mosquis! ¡Multiplícate por cero, cretino! Oye, Tom, espera, fumemos primero una pipada mientras… —el adolescente se alejó sin haberle dirigido una mirada, lo que aprovechó el kinkonero para ajustarse el braguero.
Para intentar ocultar su expresión de Tiroloco McGraw tras reajustar sus suspensorios, Nino se llevó la mano derecha a la cara, arañándose sin querer la piel.
—¡Coño, cómo me han crecido las uñas en una noche! ¡Pensaba que había comprado un crecepelo no un alargauñas!
—¿Una noche? Caballero, ¡se ha pasado usted durmiendo casi tres semanas! —Nino se giró y vio frente a él a un hombre de unos sesenta años, de mostacho tupido y cabello poblado, ambos canos. El sonriente desconocido sacó una pipa del bolsillo interior de su impoluta guayabera blanca—. Me encanta este viento. El Paraíso lo prefiero por el clima, el Infierno por la compañía; pe…
—Espera un momento, canas. ¿Has dicho 3 semanas? Creo que deberías darle cuerda a tu reloj de madera, yoni. —le interrumpió el arañado, más pendiente de unirse a los chavales en su viaje que de escuchar al viejuno.
—Me llamo Mark, no Johnny —le refutó con calma mientras intentaba que su pipa tirara—, y si no me crees en lo del tiempo, puedes mirarte en ese espejo que cuelga del árbol. Eso sí, guárdate las lamentaciones sobre tu aspecto lamentable: es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido, que abrirla y disipar la duda.
Tras acercarse al cristal, se fijó en lo crecida que tenía la barba y en lo menguado que seguía su cabello. La voz del desconocido lo rescató de su abstracción.
—Cuando era más joven podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no… pero juraría que llevas convaleciente en el camastro de esa choza desde el lunes 12. En mitad de la noche comenzaste a gritar ¡Ayer la vi! ¡Ayer la vi! Y a decir palabras raras como “trostélido”, “pellejuda” o “súper pop!”. El doctor Moreau —Mark no pudo disimular su repulsión al pronunciar ese nombre— dijo que probablemente te habrías infectado mientras estuviste en el interior de Moby Dick, y que si dejábamos que te llevara a su parte de la isla, te estudiaría con calma y te devolvería convertido en un nuevo ser.
—¿Estudiarme con calma? ¿Ese tal Muro no será jomo? ¡Por que es lo que me faltaba! Desde que he llegado a esta playa ya ha habido varios alegres que me han querido aceitar en protección solar… ¡A mí, que mi canción favorita de Village People es Macho Macho Man!
—No sé de qué me hablas, macilento, aunque en tu caso tengo claro que no te afecta eso de “Sé virtuoso y te tendrán por excéntrico”, con que abras la boca ya te conviertes en raro —le comentó Mark con una expresión que mezclaba la sorpresa y lo cómplice—. ¡Deja de mírate en ese espejo y siéntate!
¿Por donde iba?... ¡ah! ¡sí! Cuando esos engendros a los que llama ayudantes ya lo tenían todo listo para trasladarte, apareció esa simia tan mona que se opuso —se detuvo en su narración para golpear la pipa contra una piedra—. ¡Maldita cachimba, en doscientos años nunca ha funcionado bien!
Como te decía la chimpancé empezó a discutir con el doctor y dos de sus ayudantes la agarraron para silenciarla. Me pregunto si ya los habrán podido desenterrar…
—Vale, canas, me siento. Pero si te pones cariñoso, grito —le dijo Nino mientras le ofrecía un trozo de madera con el que hurgar en la pipa.
—Gracias. En ese momento surgió Kong, y de un bramido acalló el griterío. A regañadientes el doctor accedió a dejarte aquí, tras aclarar que no te cuidaría si Kong no le daba un mechón de su pelaje. ¡Entonces llegó el momento de las tortas!
Veras, al cumplir los setenta años me he impuesto la siguiente regla de vida: No fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto, y no fumar más de un solo tabaco a la vez. Pero, esa noche me faltaron manos para fumar…
—Oye, abuelo, estoy intentando dejar de fumar. ¿Qué te parecería si yo no dejara de cantarte sobre cómo gritan mi nombre a medianoche…
—Sigue soñando. El caso es que Jeckyll estaba ausente, y Frankenstein con otro paciente; así que Chita avisó a la chamán de la tribu de los yahoos de la que fue a su poblado a comprar un vestido de seda.
La pobre primate se pasó todos los días cuidándote pese a las protestas de Kong, quien sugirió que te atendiera el doctor Lecter. La sacrificada sólo te dejó para ir a enviar un telegrama de condolencia a los familiares de un tal Weissmüller al cumplirse veinte años de su muerte.
—19 días… ¡coño, pues sí que necesitaba descansar! Cuando vea a la mona ya le daré las gracias y le pediré el número de esa rubia amiga suya que anda en bolas.
Oye, canas, ¿sabes si hay cerca un sitio donde pueda cenar algo? La verdad es que tengo hambre.
—¿Cenar? Amigo, imagino que quieres decir “MERENDAR”. Son las cinco de la tarde.
—No me tomes el pelo, viejuelo. ¿Las 5 y tan oscuro? ¡Debes creer que soy de oviedo! Soy un playu, gijonudo de toda la vida, a mí me vas a engañar. Con lo oscuro que está, o vivimos en el culo de Kong o son las 10 de la noche.
—Lo mismo me dijeron en la corte de El Rey Arturo cuando predije el eclipse —le comentó un Mark más atento a que la pipa tirara que a las impertinencias de su interlocutor—.
Créeme, enloquecido, dentro de cinco minutos la claridad volverá y…
—¡Señor Twain! ¡Señor Twain! Tiene que venir a la orilla: Godzilla ha traído a rastras a un dino azul que afirma ser Nino; una tal Megan que pregunta por Ninin; Robur ha aparecido con su aeronave; y a Kong le ha dado por cantarle a Chita….
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©Nino Ortea. Gijón, 31-I-09