Al igual
que antes, me pregunto ahora por qué en un juego didáctico se enseña a obedecer
órdenes y no a dar indicaciones claras, a pedir las cosas por su nombre o a
hablar de manera más melódica y nada gritona. Y no, no me vale la simpleza de relativizarlo
todo a que en la infancia un proceso de aprendizaje ordenado nos saca de la
ignorancia caótica. ¿Acaso no aprendemos todos los días de experiencias que nos
hacen sentir como un niño?
Después
de todo, los actos hermosos de la vida los hacemos porque queremos; no por
miedo.
Miedo quizá
no; pero si prudencia ante mi impaciencia es lo que siento. Quiero acabar el
borrador antes de que el viento inspirador torne en hipohuracanado y, en un
arrebato vehemente, me dé por volver a echarle el diente a lo prohibido.
Vivido
en este blog, en Facebook, en Twitter, en Infojobs... mi tiempo necesitaría de
horas tan largas como las que se me hacen mientras me mantengo a tu espera. No soy
torpe; pero sí pobre en Internet. Mi conexión subrogada me impide la
omnipresencia obligada que parece latir en el corazón social del mundo de ficción.
Calculo
que en dos semanas, puede que sean tres, habré acabado el borrador. Hasta
entonces, arrivederci al blogueo y al
feisbuqueo. y ciao a Twitter, medio
donde quiero comprobar si mi incomunicación encuentra remedio.
No leas
en este texto un pretexto para un adiós. Es un “hasta pronto”.
Nos
leemos o nos vemos.
Hasta
entonces: gracias por venir y enloquecer.
Nino.
Ir al
principio.