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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

martes, 23 de mayo de 2023

Mientras tanto, en "El tintero de oro" - 2

¡Hola, Emerencia!

Gracias a ti por compartir mi venir enloquecido.

Mi mundo literario, como el mundano, es muy íntimo y personal. Personalizo en lo que puedo mis interacciones, de ahí que la autoedición sea mi forma de actuar
en la realidad editorial.

Creo que la edición, entendida con actitud sana, de tu obra debería ser el fin de un sueño. Para así poder volver a soñar, aunque sea que vivimos dentro de un sueño editorial. Pero ése no es mi caso: me quedo atrapado en mis sueños. Y reescribo
sueños ya soñados. Esta mezcla entre consciencia e inconsciencia creativa, me lleva a un estado de vigilia que me adormece pero no me permite dormirme.

Tus divagaciones son muy tuyas, compañera, pero al publicarlas nos permites sentirlas nuestras. La frontera entre realidad y ficción se transita gracias a los puentes de la voluntad y el azar. Somos escritores por un ejercicio de nuestra voluntad y gracias a que el destino nos acerca lectores.

Un abrazo, Emerencia.


Hola, Maite:

Sí, lo sé. Y gracias por hacérmelo saber y sentir. Sus “fallitos” no conforman una cordillera pero sí una sucesión de dunas.

Tengo planes para Cloe y el resto de la panda. A ver si me pongo a ello, ya que he escrito varios capítulos de su continuación.

Un abrazo, Maite.


Hola, jovial Ángela:

Sí, tengo planes que confío en que el peso de la realidad no aplane.

Siempre he pensado que para ser supersticioso necesitas creer en la existencia de un plano espiritual. Y no soy persona espiritual. Sí que creo en la suerte, pero no en la asociada a la numerología (a menos que tengas la suerte de saber contar las cartas en una mesa de póquer).

Un abrazo, Ángela.


Hola, Isra:

Gracias a ti, compañero, por este comentario animoso.

Me alegra que este relato de mis experiencias te haya sido útil. Lo que me fastidia es haberte trasmitido esa experiencia amarga, ya que no siento amargura alguna: de hecho, en unos meses habré autoeditado otra obra junto a la escritora Clarisa Tomás Campa. Me temo que esa trasmisión errónea se debe a la melancolía que muchas veces siente mi personalidad literaria. Mi heterónimo funciona como escribano –articulista o traductor– y se pregunta qué le impide hacerlo como escritor –creo que lo limita lo mismo que lo posibilita en lo anterior: cuida en demasía el estilo–.

De sentirme fracasado o derrotado no persistiría en autoeditarme. Es más: tener en mis manos un ejemplar de  libro que he ideado, escrito, corregido, editado y maquetado me da mucha satisfacción; incluso pasados años de su publicación. Me encanta leerme, quizá me encante demasiado, ya que soy el autor al que más releo. 

Gracias al desarrollo de la tecnología, podemos canalizar nuestras inquietudes creativas. Son miles los libros que se publican anualmente en España, ya no te digo en español. Confiar en que tu obra va a repercutir en los demás es fútil.

Ya en el patio del colegio aprendimos que el contar con reconocimiento de otros tiene más que ver con la suerte que con la valía. ¡Pobre de quien nazca feo, quizá la vida le sonría, pero él siempre sentirá que los demás se ríen de él! La apreciación personal es fundamental. De ahí que no me creo a esos fariseos que, con obra publicada, afirman no sentirse escritores. No necesito que los demás me digan lo que sé de mí. Ni que me den su marchamo de valía, salvo en contextos de escala de poder.

¿Soy escritor? Sí, lo soy; por voluntad y capacidad; no porque me lo diga mi vecina o cualquier “yonimentero”.  Soy decadente. Dejando a un lado mi provecta edad, el Decadentismo me resulta fascinante (son varias las entradas que le he dedicado a ello en mi blog). Creo que estos tiempos nuevos son tan injustos como lo fue cualquier otro pasado. Y cualquier sociedad es patética en su ética de asimilar la valía con el reconocimiento social.

Mantengamos la esperanza antes de que Pandora entre en danza.

Un abrazo, Isra.


Hola, Ainhoa:

El placer es compartido, compañera. Hace poco habéis publicado obra y confío en que, sin obrar milagros, sí que os haya dejado satisfechas.

El proceso creativo es a la par recreativo, de ahí su doble efecto saciante: como el de esos cucuruchos con dos bolas de helado.

Gracias por tus buenos deseos y por tu buen escribir. De entrada, la suerte está echada, pero no dormida. Esta echada a la mar del destino, no dormida en los laureles. Y esa mar, de navegación incierta, me acerca a tierras antes extrañas y ahora amigas, como las vuestras. La suerte, por suerte, no me es ajena. Nada habría sido sin ella, habría naufragado en el primer temporal. 

Un gran abrazo, Ainhoa.


Hola, Nuria:

Este mundo puede ser arcaico, pero nuestros actos no son arcaizantes: tienen ese regusto rupturista de revindicar nuestra condición de artista. El arte está en la vida y se almacena en los museos. El arte está en la humanidad de venir a apoyar a un compañero apenas conocido. El arte está en actos generosos como animar y desear suerte a quien sentimos como igual por compartir nuestra condición artística o nuestros condicionantes vitales.

Un abrazo y mis mejores deseos, Nuria.

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