Desde hoy jueves, es la compañera Myriam quien impulsa y coordina un nuevo encuentro creativo de aportes “jueveros” en su blog «De amores y relaciones».
Ésta
es la manera clara en la que Myriam detalla su propuesta:
Y
éste es mi aporte a su sugerencia creativa: un relato cuasi autobiográfico, han
pasado 45 años desde ocurrió lo que rememoro, por lo que en mi narración de 350
palabras de extensión habrá falsos recuerdos. Dedico con afecto este relato a Ismael Petroni Núñez.
Quizá
te apetezca escuchar la canción «Arponera», interpretada por la
banda Esclarecidos, mientras navegas por mi marea de recuerdos. Gracias.
Arponera
- Esclarecidos
Disco: Esclarecidos
2. ℗ 1985 Dro East West
Producer:
Trinidad Paco. Composer, Lyricist: Cristina Lliso
«Sobre orcas y crucifijos»
Un
domingo de febrero de 1978 vi en el cine «Orca, la ballena asesina».
El lunes estaba escenificando esa peli a mis amigos del parque “Los jardines de la Reina”, situado al comienzo del muelle del Fomento. Muchas lanchas de menudeo y bajura atracaban allí, al pairo del edificio donde se rulaba el pescado.
Fotografía de Los jardines de la Reina tomada en
los años 70
La
mar estaba alta. Fue fácil acceder al malecón. Cogí un trozo de hierro caido en
el embarcadero y empecé a emular escenas de «Orca…». Estaba tan
metido en mi papel, que cuando una chalupa se movió abruptamente le lancé el
palo, temeroso de que fuera un cetáceo asesino. Aquella tarde descubrí que
había nacido para arponero: acerté a la primera.
La
lancha empezó a hacer agua. Marché escopetado para casa.
A
la mañana siguiente, antes de ir al cole, me acerqué al muelle y vi la chalupa
hundida.
Tragué
saliva.
En
la escuela me chivaron que la barca era del padre del “Tiñosu” —un matón
escolar— y que alguien le había delatado mi ensartamiento.
Me
atraganté con mi saliva.
Cuando
lo vi encararme, me puse tan nervioso que agarré un crucifijo de una pared y le
arreé un golpetazo, sin fijarme en que lo hacía por la parte del cristo
metálico.
Me
expulsaron temporalmente del centro.
A
“Tiñoso” lo expulsaron definitivamente: aunque yo no la había visto, venía
hacia mí con una navaja. Y era reincidente en blandirla dentro del centro.
Ante
la amenaza de venganza “tiñosera”, durante un tiempo sólo jugué cerca de la
protección del quiosco del parque, cuyo personal me conocía de mi condición de
preguntón, más que de cliente: “¿Me da un
pica-pica y una barra de regaliz? ¿Ya compró mi papá el Capitán Trueno? ¿Me
puedo esconder, que me quieren pegar?” Y en el quiosco me ocultaba hasta
que me avisaban de que podía salir.
Mis
padres nunca supieron esta historia del “arponeo” fortuito.
Tenía
prohibido acercarme al puerto. Y lo de haber hundido la chalupa hubiese
conllevado un castigo de aúpa.
“Tiñosu”
tampoco contó lo ocurrido a sus padres.
Le
avergonzaba que un enclenque lo hubiera golpeado en público.
Te agradezco tu lectura atenta de este esclarecimiento de un suceso que casi me deja
tieso.
Doy
las gracias a Myriam por sus
constantes muestras de aprecio y te invito, afable leyente, a que pulses en
este enlace para acceder a la enumeración del equipo creativo que participa en
este encuentro.
¡Salud
y suerte!
https://deamoresyrelaciones.blogspot.com/2023/05/convocatoria-para-los-relatos-del.html
Que talento para contar esta historia. Que seguramente fue un dolor de cabeza, tal vez te hubiera gustado viajar al pasado para no emular escenas de esa película.
ResponderEliminarPero ahora lo convertiste en una historia muy interesante. Tuviste muy intuitivo al atacar antes, aunque te haya costado una expulsión temporal.
Muy buen aporte a este jueves, muy digno de ser filmado como corto.
Saludos.
Hola, Demiurgo:
EliminarEl talento siempre ha sido el tuyo; no sólo a la hora de contar tus historias, también a la hora de compartirlas y hacerlo con una cercanía que nos lleva a no querer alejarnos de tu Mara Verso. Gracias, Demiurgo, por todos estos años de buenas historias y mejor trato.
Ya entonces, hice mío el arrepentimiento y desear que nada hubiera ocurrido. Más que el hundimiento accidental de la barquita, por el golpe que le di al otro chico. Por suerte, a la altura del verano ya todo estaba solventado, más allá de que tuve que pasarme casi todas las mañanas preparando exámenes de recuperación y haciendo trabajos a entregar en septiembre.
No soy intuitivo, pero sí instintivo: “Tiñosu” me sacaba unos 3 años, 15 centímetros y 20 kilos. Me habría dado una paliza brutal. Sin ver su navaja, si sentí su amenaza.
Como siempre siento tu aprecio, Demiurgo.
Gracias, compañero.
Como te dice este chico es una gran historia y la has convertido en un relato excepcional. Besos!!
ResponderEliminarGracias, Maite:
ResponderEliminarEl leer comentarios como el tuyo me convierten por un rato en excepcional.
Un abrazo, Maite.
Una gran historía que resolviste como buenamente pudiste, esa arma del chiquillo era un peligro muy astuto en emplear la cruz , aunque te valiera la expulsión de dias.
ResponderEliminarY aqui veo que al menos lo dos no metisteis a las familias de por medio. Un saludo, Nino. feliz jueves.
Hola, Campirela.
EliminarGracias por tu comentario, compañera. A este tipo de historias, escritas por meros aficionados, lo que las hace grandes son enormes lectores-comentaristas como tú.
Sí, por razones tan diferentes como parecidas, nuestras familias fueron ajenas a lo que motivó ese “crucifijazo”. Dada su notoriedad de matón y conocedores de mi componente impulsivo mis padres creyeron mi media verdad de que me defendí al intuir que venía a pegarme por haber tropezado a la entrada del colegio.
Un abrazo, Campirela.
¡Vaya por Dios! Claro, después de ver la Orca asesina quedaste traumatizado. La escenificación a tus amigos servía para elaborar los miedos pero saetear la chalupa del matón del barrio, ¡puede decirse que es tener buena puntería! jajajajaja. Menos mal que reaccionaste a tiempo y evitaste el navajazo. ¡Y después que digan que la religión no ayuda!
ResponderEliminarQue buena protección la del quiosquero, que amoroso. Me gusta el humor con el que has narrado la anécdota y mil gracias por haberte sumado a mi convocatoria. Un abrazo.
Hola, Myriam:
EliminarGracias por posibilitar este encuentro creativo y por encontrar tiempo para venir y enloquecer.
La peli de “Orca” me pareció un pelín rollo en algunos momentos (demasiado adulta para un niño de 12 años) comparada con mi fantaseada “Tiburón” (aún tardaría unos años en poder verla). Pero me encantaba contarles a mis amigos las pelis que veía sin ellos.
Sí, la Religión ayuda: la de veces que he ido a comer a sus comedores sociales dentro y fuera de España. Pese a seguir una formación en centros públicos, en todas las aulas había un crucifijo en su pared central. Imagino que eran los profesores de Religión quines se ocupaban de que no faltaran.
Hace dos años tiraron ese quiosco y me produjo bastante tristeza (ha quedado su hoquedad en el parque, no entiendo la razón de su demolición).
Gracias por la suma de tus talentos para agruparnos este jueves, Myriam.
Una divertida anécdota a la que, por suerte, puedes evocar con una sonrisa jeje. En ese momento debe haber sido dramática ☺️Un abrazo
ResponderEliminarHola, Mónica:
EliminarMe alegra haberte podido provocar una sonrisa con esta evocación.
Sí, en su momento –tras haberlo golpeado con el crucifijo– la situación fue angustiosa. Me temí en la cárcel o, como mínimo, en un internado.
Un abrazo, compañera.
Estimado escritor Nino, (lo tutearé, pero me cuesta), vuelvo a escribir en su blog, ahora que me enseñé cómo hacerlo (aunque tardo tiempo porque no sé bien manejarme con el teclado, perdone mis faltas y lo poco habituado que estoy a estas cosas).
ResponderEliminarEn primer lugar le agradezco el detalle de su dedicatoria a mi persona y que ya ni me acuerdo cuando alguien me tuvo en cuenta para algo. (Me hago mayor... pero me siento alegre y feliz con lo que tengo porque si hay algo en lo que no pierdo tiempo es en hablar de penas o quejarme, eso ya vendrá y espero que dure poco). Precisamente me comenzó a gustar tus escritos por ese tono irónico y hasta de humor con el que escribes tragedias o dramas, pero dándole ese tono amable, inteligente, diría yo, que me gusta tanto. Aunque claro, para eso también hay que tener talento y gracia al escribir, tal y como has escrito esta anécdota de tu infancia con la que me has hecho feliz, feliz.
Un cuentito que mi amigo Gaspar y yo, hemos leído y disfrutado. Y qué bien lo has contado. Una peliculita podría hacerse para verla en cine con los nietos. Porque la lectura deja su mensaje, y es que a veces el miedo nos hace ser valientes. Ese chiquito arponero, después de ver la película de la orca asesina, quiso emular al arponero Queequeg. La gracia es que en ese libro de Melville, también está el muchacho Ismael que comienza diciendo: Llamadme Ismael, creo recordar. En fin, que me siento impresionado por todos los detalles que has utilizado en tu relato para que me sienta el protagonista de tu propia aventura.
Y es así como yo lo veo, una aventura bien narrada y contada, con gracia y talento, que resuelve sin daños y sale fortalecido el joven travieso, ya que no se deja pegar, más bien reacciona antes. Deja sorprendido al adversario matón y aunque le cueste esa expulsión temporal, bien valió la pena no achicarse.
Decía mi padre que si aprendes desde joven a defenderte, más tardarás en arrugarte. A los valentones hay que cortarles el paso a la primera, para que no aprendan el camino. Lo del crucifijo tiene su gracia, igual el cristo en la pared colgado parece que no servía para nada, pero para algo sí sirvió...
Me ha gustado mucho este recuerdo narrativo, los personajes y lo que trasciende de esta historia. Te reitero las gracias porque es la primera vez en mi vida, que alguien me dedica algo escrito y aquí, en estos sitios donde todos pueden leerlo. Un honor, amigo Nino.
Saludos amistosos, que ya tienes en mí un lector incondicional (que ya lo era) pero desde ahora, además presumiré de tener un amigo escritor.
Gracias, gracias, por el buen rato.
(Por cierto, otros compañeros también han escrito muy bueno, la Sra. Myriam, y el Rubio, y otro José... todos valen mucho. Sigo leyendo...)
Estimado Ismael:
EliminarGracias por volver a escribir en nuestro blog, le agradezco el tiempo y el esfuerzo que le ha dedicado a la lectura de la anécdota y a la redacción de este comentario, en cuya escritura no le he apreciado ninguna falta ortográfica (y de haber estado presentes no habría pasado nada: muchas veces me sonrojo al releer mis antiguos textos en este blog y encontrar mis agresiones a la ortografía y a la gramática).
Comienzo por disculparme a causa del enfoque que le di a la anterior entrada en la que reproducía su presentación: mi intención era y es la de agradecerle su consideración lectora; y me dediqué a hablar de mis cuitas creativas.
Me alegra saberlo alegre y feliz con lo que tiene. Y destaco su agudeza al dejar el hablar de sus penas y quejas para un momento postrero. Ya ve que a mí me cuesta hacerlo, espero no tener que volver a disculparme por confundir tiempo, forma y destinatario de mis palabras.
Gracias por mencionar lo que lo llevó a sentirse cómodo con la lectura de mis fabulaciones. Cuando escribo ficción me distancio de mi persona y me proyecto en un personaje. Ése distanciamiento no se da en los comentarios, aquí mi voz es más sentida y allí más ficcionada.
Mi talento a la hora de escribir ficción está unido a la realidad lectora de mis interlocutores. Si logro establecer una comunicación individualizada con cada uno de ustedes, será cada interlocutor quien perfile el tono y lo realce con sus emociones. Son ustedes quienes convierten un texto en un relato, al aportarle sentido y emoción.
Es usted, Ismael, quien hace de mis entradas una salida a su imaginación que le ha permitido embarcarse en la aventura de sentirse protagonista de este recuerdo. Todo un honor el que me ha hecho con ello.
Ya ve, al dedicarle esta evocación, ni me había planteado el paralelismo que usted establece entre este relato –y la orca que lo inicia– y su nombre –protagónico en la novela de Melville, tal y como bien recuerda–.
Mis padres no me criaron para achicarme ante el abuso. Sí que les habría gustado el que fuera más contenido emocionalmente. Y siempre sufrieron al saberme sumamente despistado y excéntrico. Ellos compartían plenamente ese consejo que le dio su padre. Aunque habrían preferido que no hubiese usado el crucifijo como maza, sino que hubiera pedido ayuda a un maestro, entendieron que mi reacción fue defensiva.
Le agradezco el que haya disfrutado de este cuentito junto a su amigo Gaspar, al que mando un saludo afable. Y me reconforta el que les haya gustado.
Sí; entre mis compañeros, quien no escribe bien, escribe fenomenal. Sin ser mejor ni peor que nadie, mi escritora favorita es Clarisa Tomás Campa. Ella no suele escribir relatos, comparte poemas y sensaciones. Su técnica es perfecta y su expresividad mágica. Uno se envuelve en sus emociones y se maravilla ante su hechizo formal. Éste es el enlace a su blog, por si le apetece visitarlo:
https://clarisatomascampa.blogspot.com/
Créame, Ismael, cuando le escribo que el contar con sus comentarios está siendo para mí una experiencia emotiva y causa de alegría.
Le deseo lo mejor, empezando por un gran fin de semana junto a quienes le son queridos.
Un abrazo agradecido, Ismael.
Nino.
Menudo el amigo "Tiñosu"! Que sería de nuestras infancias sin personajes como él? Suerte que también tropezamos con gente maja que nos hace la vida más fácil, como "el kioskero" para compensar! Ja, ja! Entrañable anécdota de la infancia! Un abrazote!
ResponderEliminarHola, Marifelita:
EliminarSí, las personas abusivas son tan reales como los dolores de muelas o las declaraciones de Hacienda. Quien tenga la suerte de no haberlas sufrido, puede sentirse tan afortunado como yo me sentía cuando me acogían en el kiosco de prensa.
Son contantes las buenas personas, pero a las malas las hacemos sonantes por eso de denunciarlas.
Un abrazote, Marifelita.
Las aventuras infantiles de los niños suelen haber tenido siempre un matiz guerrero, sin más importancia , lo que pasa es que a veces se le van las manos, pero en los recuerdos siempre se recuerdan como aventuras, sin más.
ResponderEliminarUn abrazo, Nino.
Hola, Tracy:
EliminarSon pocas mis desventuras y no muchas las aventuras, infantiles o adultas. Mi vida sin ser tranquila, sí que ha sido venturosa. Como si hubiera un ángel guardándome.
Esta experiencia definió mi carácter: desde entonces he evitado contextos y entornos donde se exalta la agresividad, ya que vi lo fácil que era recurrir a la violencia. Y siempre me ha gustado lo fácil.
Un abrazo, Tracy.
¡Hola, Nino! Joder, con perdón, ¡vaya anécdota en toda regla! Sin duda es una historia buenísima. El visionado de la película, cómo alimenta la imaginación del niño, las consecuencias, la culpa, el miedo, la intrahistoria apenas esbozada del matón de clase, la reacción valiente o desesperada, ¡nada menos que con un crucifijo! Un relato muy atrapante, contado con los detalles lujosos de la experiencia vivida. Jo, es tan buena, que bien podría adaptarse a un medio audiovisual, un corto o algo así. Fantástico, Nino! Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David:
EliminarNo, con la regla nos pegaban algunos de aquellos maestros en inquina. ¡Ésta es una anécdota en todo crucifijo!
Siempre he tenido una imaginación muy estimulable; y las películas son una gran fuente de estímulo fantasioso. Recuerdo cuando volvía de ver “Juego con la muerte” y me creía un “bruslí”. De la que subía las escaleras a mi casa, me dio por emular el ascenso por el interior de la pagoda, levanté la pierna, perdí el equilibrio y caí escaleras abajo. O cómo tuve muy presente la película “La guerra de los Rose” durante mi laaarrrgo proceso de divorcio. Tal y como compuso Aute: “Más Cine, por favor; que todo en la vida es Cine y los sueños cine son”.
Te agradezco este comentario entusiasta; de largo –nada de quedarte “corto”–, me has hecho sentir de película.
Por cierto, acabo de ver que has publicado en «El tintero de oro» mi “entrevista” autopromocional. De nuevo y con la misma sinceridad, aunque con más intensidad: GRACIAS.
Un abrazo, David.
Hola, Nino: ¡vaya, vaya, y con todo el crucifijo! Muy bien narrada y recordada, pero la construcción que has hecho es buenísima, para hacer una peliculita (como te dicen por ahí arriba) y disfrutar de las caritas de los personajes, tan bien escritos. Imagino a "Tiñosu", descolocado y al párvulo Nino como un feroz arponero sintiéndose por un día valiente.
ResponderEliminarLo bueno es que has sabido llevarnos a esos lugares y a ese momento de la niñez con toda esa ternura y bravura; y todos esos descubrimientos que de golpe viviste por una travesura, que lejos de esconderte en miedos, te hizo crecer, ser resolutivo y hasta valiente. Bravo! Te felicito por el rato tan estupendo que me has hecho pasar. Y claro como te dicen por ahí arriba Ismael y otros, tú tienes esa gracia, ese talento para narrar historias cotidianas y convertirlas en un puro disfrute literario.
Abrazo grande. Feliz fin de semana, nuestro amigo. Que sigan las creaciones! 🌞✍🍀
Hola, Clarisa:
Eliminar¡Vaya, vaya con tu comentario! No recibo a diario, ni casi en un anuario, un elogio tan chispeante (y menos por un acto que me marginó de “maleante”).
Una cosa es contarlo y otra vivirlo, como bien sabes, compañera. Hace años una persona ya me avisó de que yo no era creíble contando vivencias angustiosas, ya que mi lenguaje verbal y físico desdecía mi relato. Pero, créeme, aquellos no fueron días ni de vino ni de rosas.
Lo pasé francamente mal. Además, como “Tiñosu” parecía el hijo de King Kong, me entraba tal canguelo en cuanto lo veía que me refugiaba en el “empire state” del kiosco. Años después, cuando pude ver «Apocalypse Now», creía saber a lo que se refería el coronel Kurtz en su soliloquio sobre “el horror”. Aunque luego, por desgracia, aprendí lo que es enfrentarse al “terror”.
Aunque, por suerte, lo que aprendí desde párvulo fue a corresponder al afecto con afecto y a las cosquillas con risas.
Pues creo que mi próxima “creación” llevará tu nombre, compañera.
Todo mi afecto y cosquillas para ti y los tuyos, risueña Clarisa. Verme reflejado en tus comentarios me ayuda a mejorar para adecuarme a la imagen que tú recreas de mí.
Gracias por venir y hacerme enloquecer de felicidad con tus palabras, creadora Clarisa.
Arponeaste al cachalote del maltratador y ahora has pinchado mi atención dormida con este relato. Besos.
ResponderEliminarHola, Ángela:
EliminarSi hubiese sabido que aquella chalupa era del padre del “tiñosu” no me habría acercado a ella. Era un auténtico matón. A veces la ignorancia nos convierte en audaces, que no la determinación.
Un abrazo, Ángela.
jaja pues sí que tuviste puntería, aunque supongo que la chalupa sería bastante más enclenque que tú para hundirse con tanta facilidad ; ) Es verdad que los niños tienen ese ímpetu y vehemencia que hace que convierte ese algo pequeñito en algo gigantesco y prodigioso, está claro que la peli te impresionó y tb está claro que a veces la valentía asoma cuando menos lo esperamos, siempre he creído que las grandes heroicidades se hacen casi siempre inconscientemente sin pensarlo demasiado, por puro instinto de supervivencia que es el que saca la héroe que todos llevamos dentro. Muy buena tu anécdota, tb yo colaboré con una mía en le blog de nuestra querida MYR, solo que yo siempre lo hago a vuela pluma según llego a algunos blogs que lo proponen, sobre todo porque con lo despistada que soy se me olvida ; ) Me ha gustado mucho este tema de los esclarecidos… siempre que suena un saxo, me gusta ; )
ResponderEliminarMil gracias por este ratito y enhorabuena por tu hazaña, tb me ha gustado mucho tu quiosquero, está bien tener a un protector a mano cando uno es pequeñajo ; )
Un abrazo muy muy fuerte y feliz finde!
Hola, risueña MARÍA:
EliminarTuve mala suerte. Mira que no acierto ni al tirar un calcetín al cesto y voy y atravieso el barquito de aquel ser avieso. Que sí, estaba hecha un pecio, pero aquél abusivo me la quería hacer pagar a precio de libra de carne, cual mercader veneciano.
Esto… el orco no tenía nada de pequeñito y sí mucho de matón. Curiosamente, ese verano empecé a medrar físicamente; y cuando cumplí 13 años había pegado tal estirón que casi alcancé la complexión que tengo ahora.
Sí, la peli me impresionó. Y eso que de aquella no tenía ni idea de que salía en ella la impresionante Bo Derek.
Comparto tu creencia: las grandes heroicidades no son actos de valentía, sino que de supervivencia.
Para que no se me despiste comentarte, ahora mismo me dispongo a hacerlo con curiosidad.
“Arponera” es una canción que me encanta, al igual que leerte, compañera.
Y sí, está fenomenal eso de tener “somebody to watch over me”.
Un abrazo, risueña MARÍA.
Hola Nino la verdad es que nunca se sabe por donde saltara la ballena, es un relato muy bien contado y mirado en la distancia lleva a meditar. Sin duda mejor que tus padres ni los del tiñoso se enteraran. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa:
EliminarAunque prefiero las ballenas saltarinas a las enlatadas sardinas (por eso de “vive y deja vivir”), imagino que si algún día viera una de las ballenas que pasan próximas de Gijón me llevaría un gran susto (soy de natural asustadizo).
Por cierto, aquí, cuando se quiere mandar a alguien a “freír espárragos” se le dice: “Vete a ver la ballena”.
Si mi madre llega a saber que andaba correteando por el embarcadero, se habría preocupado. Si mis padres se hubieran enterado del hundimiento fortuito, me habrían dejado el culo calentito. Sí, la ignorancia me hizo libre.
Un abrazo, Ainhoa.
Beautiful blog
ResponderEliminarPlease read my post
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