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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

miércoles, 24 de mayo de 2023

Mientras tanto, en "El tintero de oro" - 3

 Hola, Juana:

El estímulo es mutuo, compañera. Leerte es siempre estimulante. Tu relato “A la sombra de eso, bajo la mirada de aquel” ha sido una de las lecturas que más he disfrutado en tiempo, dentro y fuera de los blogs.
No puedo ni imaginarme la riqueza de tus conversaciones con Mario Benedetti. Fíjate en lo inmenso de mi incultura, que no supe de Benedetti hasta que Joan Manuel Serrat le dedicó un disco. Mis escritores favoritos siempre han sido los letristas de canciones y los autores de pintadas.
 No en la pared y con pintura, sino en papel y con lápiz, me gusta escribir mis cosas. Epifanías que muchas veces no pasan de ser frases inconexas. Fabulaciones que difícilmente hago realidad al convertirlas en relatos. O impresiones que no tienen vida fuera de mi interior.
La tecnología es un recurso mágico. Obra milagros en lo personal y en lo creativo. Posibilita que los sueños artísticos se hagan reales o que nazcan relaciones personales. En mi caso, no me habría autoeditado de no ser por la accesibilidad tecnológica. Pero… mis problemillas y mis caprichos –es decir: mis limitaciones– hacen que no la use lo bien que debería y, en muchos casos, la evite.
Me es inevitable agradecerte tanto tu creatividad como tu amabilidad, Juana.
Otro abrazo transoceánico.


Hola, Marta:

Si conversar ya es algo fantástico, lo de charlar es prodigioso: todo un bálsamo de Fierabrás que palía magullones y heridas que resultan de nuestro embestir a los monstruos y molinos de la realidad. 
Sí, he aprovechado esta oportunidad generosa de David y Pepe para dar presencia pública a mis presentes íntimos a la hora de apalabrar mis ilusiones/obsesiones. Mis “alter egos” literarios son hermanos de mis facetas humanas. De ahí que la identificación de mi heterónimo principal esté compuesta por mi apodo afectivo y mi apellido real. Él no existe, pero lo que lo conforma es real, al igual que lo es lo que lo inspira.
Gracias a ti, compañera, por estar siempre aquí donde lo humano prima sobre lo literario.
Un abrazo, Marta.


Hola, querida Clarisa:

Si tú, mi amiga, aún te sorprendes al leer mis “enninaciones” espero que entiendas que yo me siga ruborizando al leer tus “clariaprecios”. Es leerlos y sentir que los recibo por primera vez.
Renacemos cada vez que leemos lo ajeno o redactamos lo propio. Ese algo nuestro que se une a lo ajeno, o se aporta en lo propio, es vida apalabrada. Palabras que pese a su condición inerte en gramáticas o diccionarios, cobran vida al ser leídas con sentimiento. Y el sentimiento siempre nos emociona, alegra o enfurruña con la intensidad de la primera vez que nos sentimos así. Pese a sus rutinas, la vida nos emociona como a primerizos vitales.
¿Qué haríamos como escritores sin esa capacidad para emocionar y emocionarnos? Imagino que escribiríamos con inteligencia sobre lo artificial: redactaríamos manuales de electrodomésticos, enumeraciones de acciones o listados de necedades. Escribiríamos, sin duda, pero no comunicaríamos.
Pienso que hay que perder el miedo a identificarse como lo que somos, independiente de la interpretación social que se de a esa identificación. Uno se define como “escritor” y ya se le achacan ínfulas literarias de mancarse para emular a Cervantes; o de vivir alejado del mundanal ruido. No: un escritor es simplemente alguien que busca comunicar sus ideas, sentimientos o fabulaciones subjetivas siguiendo pautas objetivas. Una crítica cinematográfica no se puede limitar a decir que una película le gustó o aburrió, tiene que explicar su valoración. Escribir “¡Me muero por ella!”, no te hace poeta, necesitas dotar tu exposición de ritmo y cadencia. Escribir una larga nota de adiós, no hace de ti un nuevo Raymond Chandler, es preciso que narres qué te lleva a decir ese adiós o cómo te sientes al hacerlo.
todo ello abordarlo en soledad diferida, para que tu literatura salga al encuentro comunicativo de un receptor que aporte su subjetividad a tu objetividad: codificación + decodificación + recodificación. Escribo una fantasía, tu madre la lee y la equipara a una vivencia.

Respecto al volumen total de mi obra creativa, lo conforman el blog y seis obras; lo que ocurre es que, como sabes, he traducido y reescrito algunos de esos títulos, lo que lleva a que mi bibliografía sea más numerosa.

Nuestro proyecto va avanzando, compañera. Pronto te escribiré con detalles. Además tengo alguna duda que quiero consultarte, como la posibilidad de incluir notas al pie o traducir los fragmentos en otros idiomas.

Ahora, llega la despedida. No mediante un largo adiós, sino un abrazo y un “hasta pronto”.
Feliz día a ti y a los tuyos, Clarisa.

Slava Ukrayini! Heróyam slava!

 

Hola, Pepe.
Te agradezco la edición bella y cuidada que le has dado a mi introspección.
Me alegra el que te haya parecido interesante este flujo de sentimiento. Disfruto autoeditandome, pese a la impresión amarga que mi torpeza expresiva ha llevado a percibir a algunos de los atentos lectores de este texto. Ese disfrute me lleva a que, tal y como le acabo de recordar a Clarisa, gran parte de mi obra autoeditada sean variaciones recreativas sobre un mismo texto: ahora lo traduzco al inglés, luego lo fracciono o agrupo… Más que artesano de “la palabra”, soy un curioso de la expresividad. En lo literario, como en la vida, mis cartas son reducidas, pero no por ello dejo de disfrutar con el juego que me brindan.

Escribir a mano es una práctica resultante de mis limitaciones y habilidades. Me vienen ideas y las reflejo al momento en un papel (papel que rara vez no acaba despistado o arrugado) Me calma redactar esas ideas, abstraerme de una realidad que me altera. Únele que, al sufrir déficit de atención, escribir en un ordenador me abre la puerta al despiste. De hecho, cuando edito o corrijo mis textos no tengo encendido el rúter; Internet es un laberinto tentador para este ninotauro curioseante.

Sí, prefiero el término “autoedición” al de “autopublicación”. Considero que la publicación la hace Amazon; pero todo el trabajo previo con el texto y las tripas del libro lo hago yo. Yo, bajo las personalidades de Marcelino y Nino, corrijo el texto y hago el trabajo de edición editorial. Y ese ejemplar que sostengo de cada libro, sin ser una obra ejemplarizante, es un ejemplo de los logros de mi voluntad para superar mis limitaciones.

Me he quedado sin lectores beta. He comprobado que su aprecio hacia mi persona hace que supravaloren mi personalidad literaria. Pedirles ayuda de nuevo, sería volver a ponerlos en una situación incómoda. 

Alternar mis “alter egos” me resulta inevitable: no es igual mi actitud escritora que la lectora o correctora, no son equiparables mi expresividad y mi autocrítica. No soy un monolito de piedra, soy un hombre que escribo, de ahí que mi escritura no sea monolítica.
Dada tu creatividad, Pepe, creo que el resultado de tu prueba de alternancia va a ser arrebatadora. Lo de desvariar no debería preocuparte. Aunque, bueno, esto te lo escribe alguien cuyo blog incita a venir y enloquecer.
Un placer leerte y escribirte, compañero.

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