Jerome Charyn’s
Movieland, chapter
10: Two-Headed
Man
El hombre de dos cabezas XIX
El
maestro (Otto Preminger) estaba
matando tiempo, malgastándolo con una cadena televisiva, mientras soñaba con un
contrato multimillonario, sobre el que ya había esculpido mentalmente todos sus
detalles.
Tenía
setenta años.
Sus
ojos eran del azul que siempre habían atesorado los de Paul Newman. Tenía una
maravillosa forma bailarina de caminar, como si el suelo tuviera que ceder ante
Otto Preminger. Sus trajes podrían
haber sido confeccionados para un rey persa. Se adherían a su cuerpo con una
sensación sedosa. Todo sobre él, o alrededor de él, parecía hecho a su medida:
desde las letras blancas de su nombre sobre una pared negra desnuda, a las
moquetas gruesas y mullidas, o las venas azules de su cráneo. Él era
hollywoodiense, al igual que Orson
Welles: un personaje más importante que cualquier película que pudiera
hacer.
Yo
tenía que suponer lo que le había llevado a contratarme. Había leído una de mis
novelas, al menos eso decía. Giraba sobre un detective de homicidios judío, al
que asesinaban. Pero Otto nunca se
refirió a mi novela. Hablaba sobre las de Truman
Capote o las de Thomas Mann.
El
padre de Otto había sido fiscal
general del Imperio Austríaco, el primer jefe de fiscalía judío que Austria
había tenido. “Mi padre era muy
inteligente”, manifestó en una entrevista. “Teníamos una relación hermosa, como la de dos hermanos”. Su madre
fue “una mujer de gran corazón; pero,
realmente, no desempeñó un papel fundamental en la formación de mi carácter”.
Otto
fue un actor de teatro en su adolescencia, y comenzó a dirigir mientras aún era
un estudiante universitario. Max Reinhardt, el director y productor más
arriesgado de Alemania, lo puso al frente del Teatro Josefstadt antes de que Otto cumpliera los veinticinco. Preminger se convirtió en el joven
príncipe de los directores y productores.
Dejó
Viena tres años antes del Anschluss, cuando Hitler anexionó Austria a Alemania, como si fuera una provincia de
papel.
Fragmento de mi traducción de «Movieland: Hollywood and the
Great American Dream Culture» –obra de Jerome Charyn, publicada por la
editorial Putnam ©®–.
Sin ninguna duda, Hollywood fue la mejor vendedora del mito del "sueño a americano" y Otto Preminger uno de los directores que precisamente por ser europeo, mejor ejemplifica esta idea de alguien que llegando de la vieja Europa se hizo un nombre en la meca del cine. Si ten soy sincera a parte de "cara de ángel " y " el factor humano" creo que no recuerdo haber visto más películas de él, de las dos me quedo con la primera sin ninguna duda, sea como sea mil gracias por esta semblanza que compartes de él, aunque debo decirte que no estoy nada de acuerdo con la apreciación que hace Jerome Charyn del azul de sus ojos, que es verdad eran de un azul muy clarito pero naaada que ver con el precioísimo azul de los ojos de Paul Newman, no es que haya seguido mucho su carrera cinematográfica, de hecho nunca me ha parecido un actor nada especial, pero su imagen sí que la tengo precalara y como sus ojos, pocos y con todos los respetos, sobre todo en los últimos años de ambos, Otto Preminger al lado de Newman, es como comparar a Pluto con la sirenita ; )
ResponderEliminarUn abrazo graande NINO! y buen finde!
Hola, MARÍA:
EliminarLa carrera cinematográfica de Otto Preminger fue una guerra constante contra la censura. Huye de una Austria asfixiada por el nazismo y llega a unos EE UU donde el “código Hays” comenzaba a lacerar libertades. Preminger aprovechó todo resquicio de libertad para hacer unas películas arriesgadas y avanzadas –películas que de haberse rodado en el Hollywood de comienzo de los años 30 habrían sido casi consideradas mojigatas–. Sus primeros largos en USA dieron mucho dinero, dinero que él aprovechó para convertirse en productor de sus films. “El hombre del brazo de oro”, “Anatomía de un asesinato” o “Buenos días, tristeza” fueron auténticos pulsos al poder de la censura en los que Preminger demostró tener un pulso firme. Como realizador cinematográfico su técnica fue academicista, pero como productor fue muy avanzado. Hasta que la realidad industrial lo adelantó y su cine se quedó sin espectadores a mediados de la década de los 60. La televisión había matado a la estrella de la producción.
Su película “Laura” es una de mis favoritas. En ella centrará Charyn su reflexión en la próxima entrega que colgaré.
Respecto al azul de los ojos del “plutesco” Preminger, quizá mi traducción traicione el original escrito por Charyn. La de Newman fue una de las miradas más admiradas de Hollywood, incluso cuando ya era un “old man”.
Gracias por tu cuidado comentario, atenta MARÍA.
Aunque sea una traducción, este texto tiene un estilo muy tuyo (elegante y fluido). Me ha tocado estar en una mesa,electoral, allí leere de nuevo esta traducción. Besos. 😘
ResponderEliminarGracias por tu comentario elegante y fluido, Anónimo. Confío en que tu experiencia electoral te sea llevadera. Hace 8 años oficié de presidente de mesa y la experiencia no fue satisfactoria.
EliminarHola Nino , soy flor la verdad es que esta parte no la conocía y al tal Otto tampoco , ignorante que es una pero como dicen por ahí , es una buena traducción, te deseo a ti y frambuesa una feliz mañana , yo no estuve en una mesa electoral , que no se leer muy bien.
ResponderEliminarRemiaú 🥰🐝🌺
Miaú, aristogata Flor:
EliminarMe alegra leer que estás bien compañera.
Respecto a ocupar un puesto en una mesa electoral, es una experiencia que me desilusionó (sí, creo en la democracia y en que ésta debe de ser ejercitada también en sus obligaciones, no sólo en sus derechos; pero presidir una mesa me llevó a situaciones muy tensas y no tengo mano izquierda para gestionarlas).
Otto quizá sea más transcendental para la industria cinematográfica que para el arte cinematográfico.
Gracias por tu lectura y comentario, compañera.
¡Remiaú!
Sustanciosa lectura, gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Beatriz, por tu lectura comentada.
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