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viernes, 6 de marzo de 2009

Los Wildcats de Alan Moore 7 de 7


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Siete artistas tiene el gato

Homecoming presenta un variado elenco de artistas gráficos. Kevin Maguire se ocupa del número 22; Ryan Benjamin y Jason Johnson los episodios 23 y 24; Dave Johnson y Kevin Knowland firman la parte del 25 desarrollada en la tierra, ocupándose el primero del mismo apartado en el 26 y en el 27 en este caso junto a Scott Clark; Travis Charest realiza de los restantes episodios, segmentos en Kera y la cubierta de todos los números salvo la del 21 obra de Jim Lee.



Siete dibujantes a los que habría que añadir los nombres de entintadores y algún colaborador esporádico como Aron Wiesenfeld. Pese a todo este baile de nombres para 8 tebeos, el apartado gráfico de la obra no se resiente en exceso, más bien se enriquece por estas variaciones de creatividad sobre un mismo modelo. La premura de espacio me obliga a centrarme en el trabajo de un único artista, Travis Charest. El resto que me perdonen, pero además, a este gran tipo llegué a conocerlo en persona, gracias al Salón internacional del Cómic de Gijón.


Su llegada a la serie fue una auténtica sorpresa al encontrarnos con un desconocido dotado de una impronta que lo diferenciaba del resto de imitadores de Mr. Lee.
Asistimos a un progresivo afianzamiento de Charest en los lápices de la serie, aunque por desgracia ya comenzaba a manifestar su mayor carencia: la imposibilidad para ajustarse al ritmo de trabajo de una industria que se basa en el férreo cumplimiento de los plazos de entrega. Este problema —que aún lastra a muchos productos de WildStorm— no impide que su dibujo destaque en la serie por encima de otros autores más consagrados como Jim Lee.
Su trabajo con las formas estilizadas, su trazo definido, su pasmosa habilidad para la expresividad en las escenas tranquilas, su dominio de la perspectiva y los elementos cinéticos en las escenas de acción, dotan a su obra de una gran calidad narrativa.


Su inteligencia a la hora de abordar la paginación, distribuyendo acertadamente el número de viñetas y la cantidad de acción, hace de la lectura de sus obras un placer visual acrecentado por el proporcionado y estético uso de la figura humana, muy alejado del exceso muscular al que acostumbraba Image.
El cuidado trabajo de planificación y enfoque, logrando un efectivo uso de todo tipo de plano desde la mejor perspectiva, anima a continuar leyendo el cómic al transmitirnos una información en todo momento acorde al texto, sin caer en la pretenciosidad de realizar viñetas muy llamativas pero poco narrativas. Pese a lo cuidado y detallado del dibujo, éste nunca se vuelve abigarrado.


A Homecomig le seguiría el arco Gang war. En él, el trabajo de Moore no alcanza las cotas de la etapa anterior, puede que como resultado de la inclusión de dos de sus episodios en la saga Fire from Heaven, y la posterior influencia de ésta en la trama de los Cats. A lo que habría que añadir que su inminente salida de la serie le obliga a intentar resolver las diversas tramas argumentales por él planteadas de la forma más coherentemente entretenida. Lo cual hablando de Alan, siempre es garantía de encontrarnos ante un buen relato. Con todo, en estos números el apartado gráfico —con nombres como Charest o Lee— resulta más llamativo que el literario.
Pero esa es otra historia y nuestro espacio se acaba.

Además tengo una cita con una felina bailarina exótica cuyo movimiento de cadera exorcizaría al mismo Lucifer.
Salud.


Nino Ortea. Gijón, 5-III-09

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