Bueno, lo que les comentaba: Esto de leer tebeos de superhéroes lleva toda la vida metiéndome en problemas.
Aquí va mi última miasma:
No sé si saben ustedes que en mi identidad civil —cuando no me dedico a combatir el desarrollo de la inteligencia con los exabruptos de este blog— me consagro a asentar el caos en mentes de adolescentes prometedores. Así, como todos sabemos que las promesas están para no cumplirlas, desempeño mi función de ciudadano modelo: con la excusa de darles clase de asignaturas docentes, los instruyo en temas indolentes, ahorrándoles el sufrimiento de verse reducidos a la figura de “eterna promesa”, como fue mi caso, que de niño prometía en el “bel canto”, y ahora me he estancado en dar el cante.
Bueno, pues ocurre que los lunes —día del espectador en los cines de la ciudad que me sirve de base de operaciones— acabo de desenseñar sobre las 8 ½ de la tarde cerca de un complejo de multisalas. Para mi sorpresa —está claro que mi sentido arácnido dormita en la telaraña de Aracne— la sedosa Lola, más conocida en su alter ego de Dolores, me propuso vernos para ir al cine. Como a esas horas no me daba tiempo a volver a casa a lavarme, acudí presto a su llamada. No sin antes entrar en la sección de perfumería de un carrefour a fumigarme con todo lo que saliera de los probadores.
La muy ladina, y eso que no se lama Faustina, me recibió con una sonrisa que desapareció en cuanto el viento le acercó mi hedor. Por fortuna, vi abierto un contenedor de basura del hipermercado y a él caí de casualidad para disimular mi peste. Ventajas de ser súperpatoso. Aunque, al ver su cara de ¡éste está cada día peor, y mas guarro! aproveché que hay cerca un túnel de lavado, al que me encaminé y salí hasta encerado.
La idea de Lola era ir a ver una degeneración del Saramago llamada A ciegas; pero tras dejarle claro que yo no me había duchado para ver tamaña basura, aceptó que fuéramos a videar Watchmen,
tras concederme la demasía de ser yo quien pagase las entradas, las palomitas y el bebercio; pues su condición de mujer liberada no está reñida con la de agarrada.
Finalizada la pelí, me puso el embase de palomitas en la cabeza, de lo que deduje que no le había gustado; y ya en su casa, me ató a la cama, me puso un bozal —que ríete tú del de Anibal Lecter— y mi cuerpo ya nunca volverá a ser el mismo.
El caso es que el exceso de celo de Dolores y mi falta de pelo donde duele, me impidieron comentar con ella la película. Así que ahora, si me lo permiten, ya cubierto en hielo y untado en linimento, les glosaré la peli.