Macan sitúa la acción en Venecia, 1920. Año y lugar donde convergen toda
una serie de personajes representativos tanto del periodo de entreguerras,
como, por extensión, de la historia de nuestra civilización, basada en la
opresión y la agresión al semejante. La obra guarda muchos puntos comunes con
la novela de Thomas Mann, Muerte en Venecia; similitudes que van
más allá del hecho de presentar un universo de personajes, al borde del
desmoronamiento físico y emocional, en una urbe que al igual que su cultura se
está hundiendo, pues los intentos de remozarla –Comunismo / Fascismo– son
mezclas de las mismas cal y arena sociales que han demostrado su ineficacia
para construir un mundo justo.
El
protagonista inicial es el alemán Stefan Wasserman –presentado en la 3ª página
del Sandman # 1– carcasa física actual de The Corinthian, entidad creada por
Sadman para dar muerte a los sueños. Este espejo obscuro de la humanidad decidió dejar las tierras
oníricas de The Dreaming, para caminar por el barro terrenal, intentando
perfeccionar sus habilidades asesinas.
Lejos
están los tiempos en que Sandman se verá obligado a eliminarlo para frenar sus
desmanes. Su persecución a Charles Constantine –soldado con el que compartió trinchera en el momento
de su advenimiento– es la búsqueda de su reverso en el espejo:
si Waserman pasó a convertirse en la encarnación del asesinato fortuito, el
antepasado de John Constantine encarnaría la vida inane.
Ambos son inoperantes en defender o
ejecutar los principios que defienden, tan sólo pueden esperar que ocurran. Pero
mientras que la Vida se mantiene estancada, confiando inútilmente en que el
futuro traerá algo mejor –los hijos del hoy serán los difuntos, o muertos en
vida, del mañana–; el Crimen aprenderá nuevas formas, y logrará superarse. Si
la Primera Guerra Mundial fue presentada como el conflicto que acabaría con
todas las batallas, sus atrocidades fueron superadas por las de la Segunda. A
la pólvora la sustituyó el átomo,... el ántrax vendría después. A la carnicería
de la lucha de bayonetas, la sustituye la cobardía del tiro en la nuca.
Corinthian que comienza el relato como
mero instigador de muerte, acaba como ejecutor. Su proceso de aprendizaje acarrea
un continuo transmutar de cuerpos, carcasas que presentan las cuencas de sus
ojos vacías. Sabido es que los ojos son el espejo del alma,... aunque a veces
parezca mentira que unos ojos bellos reflejen espíritus innobles. Tan sólo el
desamor se mantiene invariable, haciendo de cada beso una mentira, y
convirtiendo cada mentira en un asesinato de esperanzas.
Y sin esperanza, ¿qué nos queda?
Odios enconados provocados por la
casualidad de nacer a un lado u otro de un canal; decorados ideológicos que ocultan
enconos ilógicos; amores desinteresados correspondidos con traiciones
interesadas;... ideas, temas y enfoques habituales en la ya abultada
trayectoria creativa de Macan, que son hábilmente mezclados por un
guionista convertido en hábil crupier que logra hacer de cada barajado de
sus viejas cartas, una nueva y fascinante jugada. Una vez más, construye una historia soberbia,
cimentada en su pericia para definir rápidamente tanto personajes como
situaciones, recurriendo a diálogos ágiles –¿En qué lado luchó?. / En
el embarrado– y a escenarios expresivos –Venecia en carnaval, un
ambiente festivo que falsea la realidad–.