Uno
empieza el año como empieza un postre: con ganas. Si no lo apuramos hasta el
final no es por desgana de vivirlo ni por desprecio a su valía, lo que nos
frena la ingestión vital es la acumulación de experiencias previas de las que
abusamos en el pasado o que se nos indigestaron.
Para
mi sorpresa, llevo cincuenta años sentado a la mesa y todavía conservo hambre
de experiencias. No voy a falsearme como un comensal exquisito, pero sí que aún
puedo fabularme como un degustador ansioso. Me parece que fue ayer cuando en mi
adolescencia empecé a abandonar todo agasajo que no rezumara azúcar del deseo y
no estuviera salpimentado a mi gusto.
Aunque
sé que mi dieta actual se fundamenta en vivencias de temporada marcadas por el
paso de las estaciones, éstas saben diferente gracias a sus acompañamientos
casuales, que logran realzar el sabor de lo que básicamente es lo mismo desde
que a Eva y Adán los echaron del Edén por mordisquear la manzana.
A mi
regusto por saborear el fruto prohibido para todo aburrido, se une el gusanillo
de mi curiosidad; lo que hace que siempre encuentre apetitoso un entrante de
sonrisas, tentador un crujiente de confidencias y arrebatador un roce con sabor
a caricia. Entrantes que llevan a que me relama de la que anticipo que, a la
hora del postre, nos estaremos pegando un atracón de espasmos confitados en la
miel del deseo.
Empieza
un nuevo año; confío en digerir sin aburrirme lo insípido que ofrezca el menú y
en saborear lo sabroso sin atragantarme. Gracias por hacer mi vida más jugosa
con tu compañía. Gracias por acompañarme en esta mesa ficticia, tu cercanía
convierte el compartir sensaciones en un festín de sentimientos.
¡Bon
appétit, querido lector!
Todavía espero que me llegue ese festín
ResponderEliminarUna interesante entrada.
Que tengas un buen festín este año.
Saludos.
Buenos días, Demiurgo:
EliminarLo mismo te deseo. Confío en que las buenas perspectivas con las que comenzamos este nuevo año se hayan confirmado al finalizarlo.
Un abrazo, Demiurgo.
Oh, pues muchas gracias por permitirme sentar en tu mesa, el sabor de la experiencia compartida contigo ha sido como un buen trozo de roscón de reyes relleno de nata y trufa, esperando que no acabe y sabiendo que sabe a poco :))
ResponderEliminarEstoy segura de que cuando tú estés poniendo la mesa, yo ya voy de camino con el café y la tarta.
Un abrazo, compañero. Qué bonito lo que has escrito.
Buenos días, Verónica:
EliminarNo necesitas ningún permiso para acompañerme, eres tú quien me hace un favor al sentarte aquí sin dar nada por sentado, con el ánimo limpio y la imaginación desbordante.
Tu compañía es siempre estimulante, aunque, como buen goloso, no voy a negar que saboreo la dulzura de ese roscón de reyes. Luego, con el café de sobremesa, me tomaré un buen trozo del que ayer me regaló mi hermana y sentiré que lo comparto contigo y los tuyos.
Un abrazo, Verónica.
La manzana está en la mesa y no ha salido rodando. El tiempo, siempre el tiempo... Dirá a cada bocado lo que el destino le tiene preparado.
ResponderEliminarUn abrazo de luz mi admirado Nino
Buenos días, AtHeNeA:
EliminarLa manzana sigue en su sitio, a mi alcance, como bien escribes sólo es cuestión de tiempo y esperara a que llegue el momento de mordisquearla sin ningún miedo a ser expulsado de un paraíso. De momento, disfruto mirándola y percibiendo su aroma.
Un cálido abrazo, AtHeNeA.
No hay de qué. No es que se me atragante, que igual termina por saber bien, pero yo no es que lo haya empezado con muchas "ganas". Cuando arrastras cosas del anterior, pues como que el que empieza viene con peso añadido, ¿no? En fin...
ResponderEliminarUn abrazo.
Buenos días, David:
EliminarSí, cuando uno arrastra cosas pendientes todo camino se convierte en pendiente.
Quizá todos los rituales y supercherías de los que muchos rodeamos el inicio del año sean sólo un autoengaño con el que intentamos olvidarnos del peso de la realidad. Yo, en estos momentos de sequía en el agua de los sueños, opto por mantener fresca la humedad de los ensueños lo que me ayuda a resistir la espera por la época de lluvias.
Un fuerte abrazo, David.
Yo, los principios, siempre los empiezo bien...je, ya los finales, igual la mandíbula se cansa de tanto masticar... Por eso, este año, mejor un festín light. Voy a guardarme unas cuantas ganas para el final, a ver si así no me empacho.
ResponderEliminarYo no soy mucho de rituales engañoso, aunque las frases me salgan por inercia, por esa costumbre arraigada que también me hace darle bocados a la manzana banal como todas las "Evas" .
Tu mesa parece todo un regalo, a base de entrantes sutiles y, con tan agradable compañía... Me espero a los postres.
Qué entrada más bonita!
Feliz tarde, Clarisa:
EliminarTodos somos hijos de “Eva”, desgraciado el amnésico al respecto y desnaturalizado el que opta por ignorarlo.
Soy de esos ilusos que empiezan el año con buenas intenciones, de esas que abandono y retomo en mi camino de ida y vuelta al infierno de las tentaciones. Empiezo el año como empiezo cada día: con ganas. Me despierto con energía, sin necesidad de ningún café que me haga persono o de un rato que me dejen tranquilo. A lo largo del año, al igual que del día, suelo perder fuerzas, ganas o curiosidad. Las decepciones suelen llevarme a indigestiones; pero en general siempre tengo hambre (lo cual no implica que no haya comido bien, sino que soy permisivo con la tentación)
Feliz año, Clarisa.