Luis María Francisco Gasca
Burges nació en San Sebastián el 19 de septiembre de 1939. Es
doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, su alta especialización en
Derecho Internacional lo ha llevado a ser candidato de la ONU para ayuda
técnica a los países subdesarrollados.
Conforma junto a Antonio
Martín y Antonio Lara la
avanzadilla de la considerada como “Primera generación española de teóricos de
la Historieta”. Su lectura inicial de narrativa en viñetas se produjo entre las
páginas del semanario francés “La Semaine
de Suzette”, publicación de la que era lectora su madre y de la que Luis Gasca recuerda las aventuras de una pizpireta criada bretona: “Becassine”.
Su afición a la cultura popular y a atesorar sus obras viene de su infancia,
tal y como declara en la citada entrevista para Euskonews:
“Me preocupa mucho la memoria oral, el que la
gente vaya desapareciendo y que con ellos se pierda lo que nos podrían haber
dicho, por ejemplo, el creador de El
Ángel Azul, Boticcelli o Stravinsky. Esos detalles de la génesis de las obras
me preocupan, me apasionan. En realidad es una preocupación apasionante,
divertida, pero que en cierto sentido se vuelve un poco trágica cuando veo que
se está perdiendo. En el futuro se podrán transmitir todos los conocimientos
que atesora el ser humano y que se van perdiendo con el paso del tiempo, que se
olvidan porque no hay tiempo material de escribir todas las anécdotas. Y eso es
una obsesión, aunque placentera”.1
Esta
“obsesión” marca los sucesivos trabajos
creativos de Gasca con los que busca
que un medio, artista u obra sea conocido, para que así pueda llegar a ser “amado”. Por ejemplo, tanto en su primera
etapa de director del Festival de Cine
de San Sebastián como en su posterior cargo de secretario del mismo —su
participación en la organización del festival se prolongó, de manera casi
continuada, del año 1970 a 1983—, propuso la organización de exposiciones
temáticas, cuando ese concepto era ajeno al circuito de festivales. Impulsaba
retrospectivas y mesas redondas no condicionadas por la actualidad de la
Industria; aunque sus cometidos también estuvieron bañados de hedonismo ya que
conllevaban así mismo: “(…)
sacar a bailar a las actrices que venían; y también pasarlo muy bien y ver
cantidad de películas”.1