¡Pues sí, ya no están los recuadros anunciadores! Y no es que se los hayan llevado Los golfos apandadores.
Resulta que los espacios publicitarios que acompañaban mis textos eran, entre otros, de santeros, ligones o prestamistas… y yo no sacrifico mi soledad creativa por esas compañías.
Eso sí, no me niego a recibir los más de 120 dólares que se me deben por vuestros pincheos. Pues al igual que el progresista de Sartre, mi ideología puede llevarme a no recoger el nóbel, pero NO a no trincar la pasta.
Además, estoy abriendo diferentes espacios en otros sitios, a fin de tejer una fina red que posibilite mi ambicioso plan de dominio mundial que viabilice la instauración de un New Order que nos aleje de los lunes tristes. Las 4723 lecturas que Ven y enloquece registró el mes pasado me llevan a buscar una solución habitacional más confortable.
Por lo demás, sigo bareando con colegas, callejeando con el aire, buscando tu aroma en pieles ajenas —sé que algún día te encontraré— y disfrutando de mi vida a contrapelo, como no hacía desde que dejé que los dinosaurios dominaran mi tierra.
Es decir, reafirmándome en que a lo loco, que no a lo embrutecido, yo vivo mejor.
Me gustaría dedicar un sonoro corte de manga a quienes pensaron que por dejarles coger mi mano, podrían por siempre estrujar mi espíritu.
Me gustaría dedicar un sincero abrazo a quienes pensaron, y piensan, que merece la pena tenerme en sus vidas.
Una vez más, gracias por venir y enloquecer.
©Nino Ortea Gijón, 14-X-08