La España dictatorial disfraza como medidas de apoyo —a partir de mayo de 1943, se subvenciona hasta el 40 % coste de algunas obras de interés nacional— toda una serie de pautas que. con la excusa de la protección paternalista, buscan amordazar la creación.
El 18 de noviembre de 1937 se habían establecido los mecanismos censores que afectarán tanto a la producción como a la comercialización fílmica. En junio de 1944 se crea una cuota de pantalla que exige dedicar una de cada seis semanas a la muestra de cine nacional. Por ley de mayo de 1943, las licencias de importación sólo se dan a quienes a su vez producen películas “dignas”. El monopolio de NO-DO, institución creada en diciembre de 1942, impide el mercadeo de documentales foráneos…
Presos del afán censor, se adoptan medidas que pondrán en peligro la pervivencia de la industria; siendo la más contraproducente la obligatoriedad de doblar toda película desde el 23 de abril de 1943.
La entrada de nuestro país en la ONU (14-XII-1955) acarreará tanto el beneplácito del mundo libre a la dictadura franquista, como una serie de cambios en un Cine hasta entonces ucrónico, que había alcanzado de la mano del director Juan de Orduña su cénit con Locura de amor (1948) y Alba de América (1951).
En noviembre de 1951 se había celebrado en Madrid la Primera Semana de Cine Italiano, coincidiendo con el estreno de incipientes obras nacionales con reminiscencias de tendencias europeas, en este caso un marcado rasgo social deudor del Neorrealismo tardío —Surcos (1951, J. A. Nieves Conde) o Día tras día (1951, Antonio del Amo)—. En 1952 se crea la Junta de clasificación y censura de películas; y en 1953 se inaugura el Festival Internacional de San Sebastián. Momento en el que Uniespaña asumirá la promoción del cine patrio en el extranjero.