Al contrario de lo que ocurre en la mayor parte de los relatos de lo que se ha dado en llamar Fantasía Heroica, Elric en lograr de liberar, recuperar o engrandecer un reino, lo destruye.
No encarna a una estirpe pujante llena de sueños o ideales, por el contrario su imperio se encuentra en un claro declive geográfico, físico y moral, lo que antaño era una potencia en su apogeo, se encuentra ahora reducida a poco más que el ámbito de La isla del dragón.
Su pueblo, cegado por sus hazañas de antaño, mira con desprecio a los expansivos Reinos Jóvenes de los humanos, mientras se entregan a infames actos y prohibidos rituales (lo cual ha provocado que muchos hayan querido ver en el desmoronamiento del imperio Melnimoneano, un reflejo de la caída del imperio británico)
La familia real no simboliza a la última esperanza de salvación para su estirpe prehumana, por el contrario tras cuatrocientas veintiocho generaciones en el trono, la casa real ha alcanzado unos niveles de degeneración tremendos, centrada más en satisfacer sus insanos deseos que las urgencias de su nación.
Coincide con otros héroes en el hecho de haberle sido vaticinada desde su nacimiento una gloriosa misión, en su caso está llamado a convertirse en el más importante de todos los emperadores que ocuparon el trono de rubí y ¡vaya si lo es!... ¡Su última acción conduce a la desaparición de su antiguo mundo en lugar de salvarlo!
En vez de liberar de sus secuestradores a las mujeres que ama, las asesina; si la pasión es el sentimiento que mueve a los dos personajes antagónicos en el primer relato Elric de Melniboné, no con viene olvidarse de que el Emperador está enamorado de su prima Cymoril, la cual sufre a su vez el acoso nada disimulado de su propio hermano Yyrkoon; y que si bien Elric lucha por causas nobles, sirve a un señor del Caos el cual sacará beneficio de sus acciones.
Al contrario que otros héroes, Elric no es un bruto aguerrido, de constitución atlética y atractiva personalidad, amante de broncas y alcohol; por el contrario es un refinado estudioso, cuya naturaleza enfermiza le hace depender de unas drogas para mantenerse en pie, y que se ve obligado por su lóbrego destino a convertirse en un apático Campeón Eterno.
Al igual que otros personajes, presenta un estrecho vínculo con su espada, pero a diferencia de Arturo con Excalibur o El Cid con Tizona, la unión de Elric con su mágica espada rúnica, Stormbringer, es de autodependencia, ella recibe las almas de aquellos a los que él mata, y él atesora parte de la energía vital de aquellos a los que inmola. Una vez concluida la misión del albino será el propio acero quien decida eliminar al Campeón y revelársenos en su demoníaca apariencia.
Si bien cuenta con amigos, confidentes e incluso aparece la figura de lo que podríamos llamar el Compañero Eterno (el oriental Moonglum), su triste destino es ver como la mayoría acaban pereciendo víctimas de la sed de almas de Stormbringer.
La lista de diferencias entre el melnibonés y la mayoría de los paladines de Fantasía Heroica sería interminable.
Tal vez el aspecto que más le diferencia hasta hacer de él un antihéroe es el que todos sus actos están predeterminados.
Nos encontramos ante un estudioso emperador que no presenta un especial apego al trono, de hecho sus ansias de conocimiento lo llevan al final de la primera saga, Elric de Melnimone, a confiarle el trono a su pérfido primo Yyrkoon, desoyendo los consejos de su prima y amada Cymoril.
A la vuelta de sus viajes narrados en El marino de los mares del destino, tanto Elric como su entorno habrán cambiado fatalmente y el “héroe” dará muerte involuntariamente a su amada prima, destruirá el imperio que debía proteger y traicionará la confianza y amistad de sus leales.
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