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domingo, 7 de septiembre de 2008

Elric el eterno campeón albino -7 de 13


Elric se nos mostrará como un títere manejado bufonescamente por fuerzas superiores. Este concepto de dioses que juegan con sus criaturas, no por su antigüedad pierde fuerza en la narración.
Es una constante en nuestra Cultura. Desde los remotos tiempos de la Grecia Clásica —y sus caprichosas deidades— a la futurista descripción de nuestra sociedad realizada por Anthony Burgess en La naranja mecánica, la noción del Libre Albedrío ha llenado libros, basado religiones y justificado ejecuciones.

La forma en que finalizan las desventuras de Elric, no deja de presentar sutiles conexiones con El Cristianismo. Si en el Apocalipsis de San Juan, se vativina un fin del Mundo precedido por el toque de trompeta por parte de siete ángeles, en Stormbringer muere el caótico Viejo Mundo y nace un esperanzador Nuevo Mundo al hacer sonar nuestro ángel negro por tres veces El cuerno del destino.
Tal vez rozando lo sacrílego, me atrevería a señalar que existe cierto paralelismo entre Elric y Jesucristo, pues ambos vienen al mundo con una misión salvadora, en ciertos momentos se rebelan ante su destino y de su muerte surgirá un nuevo orden. A la vez aparecerá otro concepto clásico el del enfrentamiento entre El Bien y El Mal —presentados aquí como Ley y Caos— cuya pugna hace que La Balanza Cósmica se incline unas veces a favor de uno, y las restantes del otro.

El enfoque que Moorcock le da a esta pugna eterna se aleja totalmente del maniqueísmo. Defiende que es necesario un equilibrio entre ambas fuerzas pues un mundo en el que tan sólo reinase El Bien, sería tan estéril como aquél en el que imperase El Mal, de hecho la muerte del protagonista es necesaria no sólo como una suerte de expiación de sus culpas, o catarsis narrativa, su muerte liberará al maligno ser al que cobijaba Stormbringer, cuya presencia contrarrestaría un exceso de Ley.
La obscuridad es necesaria para poder apreciar la belleza de la luz.
Además su protagonista es un servidor de las fuerzas del Caos que intenta impedir que éste tome control de su Universo, utilizando su brujería y su espada maldita para oponerse a las fuerzas de la oscuridad.
Con todo Elric no está exento de esa maldad que combate, pues —como ya ha sido reflejado— su comportamiento muchas veces es vengativo, cruel e injusto.
De hecho podíamos considerar que el ser El Campeón Eterno es para él una especie de penitencia por todos sus males cometidos, al quedar condenado a combatir por siempre en El Multiverso, viendo como su trayectoria vital se repite con ligeras variantes.

Nuestro guerrero que a lo largo de la saga ha visto como una a una sus expectativas se han ido incumpliendo, sufrirá el amargo desengaño final de ver como le es negado el reposo, condenado como está a la lucha eterna.



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