Batman año 33
Han pasado tres años desde los sucesos narrados en TDKR. El mundo vive en un estado de bienestar aparente nunca antes conocido.
Batman y Catgirl (antigua Robin) despertarán a la sociedad de un letargo inducido por un Lex Luthor con aspecto de Kingpin daredeviliano.
El presidente de los USA es un holograma, aunque al ser revelada su condición muchos lo definen como un verdadero norteamericano, y entienden que mantenga el estado de ley marcial por decimonoveno mes consecutivo.
La televisión ha dado paso a Internet, medio donde unas émulas de las superheroínas, convertidas en ciber-macizas, se verán convertidas en carne para las hogueras de inquisidores moralistas.
Todo esto ocurre mientras una reencarnación del Joker se dedica a asesinar a los otrora campeones.
Luthor basa su poder en la posesión de una base de datos mundial que le permite globalizar la extorsión.
Ha apresado a algunos héroes (The Atom, átomo en una probeta; The Flash, turbina humana suministradora de electricidad a un tercio del país) y a los tres más poderosos (un envejecido Capitán Marvel, un perplejo Superman y una crujiente Wonder Woman) los controla con sus amenazas de matar lo que les es más querido.
Ante el desafío de un Batman que lidera una peculiar liga de caballeros extraordinarios, Luthor no duda en recurrir Brainiac quien pone a la humanidad en peligro buscando que los héroes salgan de su refugio.
La decisión de Wayne de no abandonar sus posiciones, provoca disensiones en la sociedad justiciera.
Batman, alejado de la esquizofrenia de la doble vida, mantiene su concepto inapelable de justicia, que aplica tanto a propios como extraños, al igual que el cumplimiento de una legislación común marca a nuestra sociedad.
No conviene olvidar que presentar la defensa de la libertad en los estratos sociales menos esperados (prostitutas –Sin City–, espartanos –300–), es una constante en Miller.
Como el Leonidas de 300, Batman mantiene con sus bat-boys una relación de igualdad asentada en una férrea disciplina. Es una suerte de padre para su tropa a la que se refiere como sus niños.
Al igual que para Marv en Sin City, el fin justifica sus medios. Y como su fin es acabar con el Mal, no repara en medios a la hora de aterrar al corazón de las tinieblas; llegando a marcar con una Z justiciera el rostro de Luthor.
Catgirl aparece más madura, su capacidad de crítica respecto a las acciones encomendadas, no le resta un ápice de eficacia al realizarlas; aunque no puede evitar ser una adolescente que se maravilla ante las proezas de los titanes.
Uno de los principales cambios respecto a TDKR está en la figura de Superman, quien asume más protagonismo en el relato que Batman.
De hecho el Murciélago no aparece hasta la página 74 de la primera entrega, y lo hace para darle una paliza al kriptoniano.
Se nos revelará el porqué de la sumisión de Superman a los poderes fácticos, y mediante una sucesión de monólogos lanzados al océano de la incomprensión ajena, Clark y Bruce dejan clara su concepción opuesta de la figura del héroe.
Descubriremos el secreto que une a Superman con Wonder Woman, secreto que paralizaría el corazón de Lois Lane.
La presentación en sociedad de una nueva Supergirl, heredera del Olimpo y Kriptón, confirma que la pasión también anida en el corazón de los héroes.
Miller firma un dibujo que continúa la evolución presentada en Sin City: Hell & Back.
De hecho, en la primera y la segunda entrega utiliza diferentes estilos gráficos –más caricaturesco, y con un entinado más grueso y una limpieza en el trazo en la segunda– que atestiguan su búsqueda continua de nuevas fronteras gráficas, sin salirse de los límites que confieren a su dibujo un aire distintivo y único.
La fusión de texto e ilustración, resulta en una perfecta narración, afianzada en las viñetas a toda página, desnudas de textos de apoyo o jalonadas por expresivas onomatopeyas.
Aunque mantiene limitaciones técnicas como ilustrador, el manantial de ideas, sensibilidad y expresividad que desborda, hacen de su trabajo un anticipo de las tendencias que marcarán la Historieta durante las próximas décadas.
Controla el ritmo de lectura, atrayendo nuestra atención cuando es preciso. Como en los climáticos finales de los que dota a cada capítulo, o su detenida narración en momentos propicios a ser solventados rápidamente.
El coloreado Lynn Varley es perfecto. Recurre a un cromatismo justo, preciso y adecuado a cada pasaje del relato, el uso de la luz cumple una función narrativa acorde con el dibujo y el texto, aspecto este último en el que Frank no deja de sorprendernos con su prosa cada vez más expresiva.
Corren buenos tiempos para el Cómic, el Dark Knight ha vuelto, y no lo ha hecho solo.
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