Perdición
“No quiero meterme
donde no debo, pero esa es una tía por la que mataría. ¿Porqué la
dejas irse?”
Dwight recibe la
desesperada petición de ayuda de Ava, de la que continúa enamorado.
Tras ser traicionado por
ella, recurrirá a sus habilidades del pasado para mantenerse vivo.
Atrapado por un ahora que
lo agobia y un antes que lo aterra, para su desgracia la parte más
sensual y dañina de su ayer viaja a su hoy.
A sabiendas de que nada
bueno le puede dar quien sólo daño le causó, regresa a su
enfermiza relación y cual Orson Welles en La
dama de Shangai, deja que el demonio de las
armas acabe con la diablesa de su vida.
¿Quién no ha sufrido una
Ava en su vida?.
La compañera a la que
hacías los ejercicios mientras ella se ejercitaba con el guapo de la
clase.
Esa amiga a la que servías
de confesor en su trepar por camas ajenas.
Esa mujer a la que
perdonas en privado lo sufrido en público. Moriría por
ella habla de Ella, cuyo nombre envenena tus sueños.
El monólogo en que Ava
reclama su derecho a ser perversa, sin ser calificada de loca, define
no sólo al personaje, sino que a la existencia del mal como algo que
uno puede ejercitar cual otra habilidad.
La fuerza, inteligencia,
seguridad y embrujo en Ava, la concierten en el personaje que más
temeríamos en la vida real, donde todos sabemos que no existen esas
mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad.
Quiero la cabeza de
Jack Rafferty
“Es muy propio de
ella vestirse así para enseñármelo todo y volverme loco”.
En La gran
matanza, Dwight al pagar una deuda de honor se sitúa en mitad
de una lucha que amenaza con acabar con la libertad de las
prostitutas de Sin City.
El enredo comienza con
Shellie, la típica Eva a la que si se le acerca un atractivo Adán y
le suelta dos gracias ya está encamada con él, sin reparar en si es
un policía corrupto o un sangriento aventurero. Estas mujeres mejor
aprenden a controlar los fuegos que su candidez prende, y se dejan de
quejas masculinas.
Aparecen las rameras del
Barrio Viejo, que hacen de la prostitución un trabajo, no una lacra.
Son amas fuertes,
sensibles y glamurosas, lo que explica que los hombres se adentren en
Sin City para encontrarlas. Defenderán su autoempresa de cualquier
amenaza.
Gail es la autónoma más
reconocible de la cooperativa del placer. Atractiva como sólo una
mujer inteligente lo puede ser, a pesar de su promiscuo trabajo su
corazón es monógamo.
Sabe que Dwight dejará de
jugar con muñecas y será suyo.
En el lado opuesto está
la pequeña y mortal Miho, encargada de la seguridad de las chicas,
es de esas mujeres, que supeditan cualquier tipo de relación a su
tarea.
De su boca no oirás
palabra, de sus manos no saldrá caricia ni en sus labios verás
sonrisa.
Entregada en cuerpo y alma
a su labor, no concibe delicia ajena al trajín. ¿Sus vecinas la
llaman solterona?, no importa, ningún hombre da el placer del
trabajo cumplido.
Historia de un
detective
“- Intenté
enamorarme de chicos de mi edad, pero ya lo estaba de ti.
- Basta Nancy. Tengo
edad para ser tu abuelo”.
Ese cobarde bastardo,
cuenta una historia de amor frustrada por la diferencia de edad.
John Hartigan, policía de
Sin City, sacrificará su retiro, matrimonio y vida por Nancy
Callahan a la que con 11 años salva de un pervertido. Entre ambos se
establece un vínculo que el paso de 8 años, no hace más que
consolidar.
Su relación nuca llegará
a carnalizarse, pues Hartigan personaje que desde un principio
aparece como vulnerable al padecer una angina de pecho, decide
suicidarse para protegerla.
Al igual que el Santo
Job, debe pasar por toda una serie de penalidades, siendo su amor
por Nancy la última prueba. Lo pierde todo de forma pública pero
mantiene su heroísmo individual, se comportó con honor.
Nancy es el centro de la
historia. como ocurre en Kadie´s donde su baile centra la atención
de los lugareños.
Al visitar su pasado,
siempre había aparecido como una majestuosa presencia que recordaba
al hombre su condición inferior en la evolución de la especie, su
figura se humaniza y nos habla de esas chicas que atesoran dulzura y
encanto, de las que aunque uno lo intente es imposible no enamorarse
a sabiendas de que ese sentimiento está condenado desde un
principio.
Ella se irá, sólo
trabaja en ese antro en el que tú malvives para pagarse los
estudios.
El recuerdo llenará su
ausencia, hasta que otro ángel convierta la barra del bar en
vertedero de amor.
Buenas!
ResponderEliminarPues en este post has comentado las 2 historias de Sin city que más me gustan, Moriría por ella y Ese Conbarde bastardo. Quizá el amigo Frank ha plasmado ahí una fantasía de cualquier hombre (que se enamore de ti una jovenzuela por el rollo pretector, siendo además un viejo lobo) y una historia a la que todos tememos (la mujer que nos tiene totalmente dominados, aunque sabemos que es mala para nosotros).
Por eso Frank chana, sabe lo que ha de contar y la forma. Otra cosa es que te guste más o menos.
Le falta por poner otro de los temores masculinos: que te encuentres a las 6 am en un bar, con una mujer de bandera, y te venga un tarao alcoholizado a dar la turra, ofreciéndote una bandeja de pinchos.
En ese momento, me transformaría de Blade en la BGBestia (juego de palabras con mi apellido) jajaja.
Por cierto, tengo una idea basante buena para una web/blog, he pillado hoy haciendo zapping un programa surrealista, sobre un venao que va por EEUU arreglando problemas con perros (Dog whisperer). Voy a hacer lo msimo pero con historias amorosas: Pelleyu whisperer. O nos linchan o nos forramos.
Cuídese.
¡Me pillas recién salido de la ducha tomando un cafetín, Blade!
ResponderEliminarA mí son las dos miniseries de Sin City que más me gustan en cuanto al guión, por eso las pillé en Inglés. Gráficamente lo son la 1º y la última.
Pue sí, despertar pasión en una crujiente jovenzuela tiene un componente muy excitante. Pero es algo bastante jodido. Sin llegar a los excesos de Hartigan, he bebido de esas aguas frescas y acabé muy mal, ahogándome en el arrepentimiento y la desmesura.
Mi última Nancy fue un ángel de la que me alejó mi cobardía. Todavía la vi ayer, a la altura del Drugstore, y se me fue la voz. Me limité a esbozar una sonrisa y a acelerar el paso.
De pellejudas como Ava, está mi purgatorio lleno, mucho rajar de la inglesa, la dientes y demás bajezas, pero, al releer estos artículos que tienen ocho o nueve años, veo que lo que me mola es ser el sombrón de momias.
Como bien sabes, ese ataque atemporal del iGuelu, lo sufrí no hace mucho. Por fortuna, se había dejado su bandeja de adamantium en casa. Eso sí, la egregia me mandó al olvido al ver la chusma con la que confraternizaba.
En ese Weblog, como mínimo, habría una cosa que nadie debería perderse: las ilustraciones que acompañarían a tu cuaderno de viaje.
Prefiero que me cuiden, gracias.