La caballerosidad en el siglo XXI
Para disfrutar de la lectura de TDKR, no necesitamos valorar la importancia de las innovaciones gráficas o literarias que este primer “Otros Mundos” del personaje aportó al medio; ni pararnos a reflexionar sobre la forma en que su fondo y forma continúan siendo “homenajeados”.
Basta abrir sus páginas para encontrarnos con un relato impregnado de romanticismo, épica y esperanza. Fuentes que convierten en inmortal a cualquier obra que bebe de sus aguas.
El romanticismo no viene dado por una relación, más o menos prohibida, con la nueva Robin; o por un ronroneo, más o menos licencioso, con la desaprovechada Catwoman.
Nos lo ofrece su acercamiento a la épica del heroísmo.
Estamos ante un Batman que resuelve desprenderse de su disfraz de Bruce Wayne y arriesgarlo todo por vivir, o morir, de acuerdo con su ética.
Disfrutamos de una Robin que decide luchar por un futuro mejor, inducida por su deseo de justicia no de venganza.
Nos hallamos ante un Joker rejuvenecido ante el regreso de su amado, y que, impulsado por las alas del deseo, reinicia el único juego que le garantiza la cercanía de su Murciélago.
Frente a la acidez, congoja y dureza que muchos adivinan en la obra, uno encuentra el antiácido de la amistad, la alegría de la libertad y la benevolencia de la esperanza.
Batman verá como, en esos tiempos de cólera, la amistad es la cura para la pandemia de odio: Gordon guarda el secreto de la verdadera identidad de Wayne; sus antiguos compañeros no dudan en correr el riesgo de vestir spantex –los superhéroes están perseguidos por ley– para ayudarlo; incluso Superman, arma definitiva de los enemigos de Bruce, cierra con un guiño cómplice el funeral por un amigo.
El hombre es libre: para corregir sus errores (el regreso del Caballero a la ciudad que juró proteger), para elegir cómo quiere vivir (el héroe ocupa el lugar que nunca debió monopolizar el millonario), o cuándo y cómo morir (Alfred decide acompañar a la mansión en su viaje a la tierra de los recuerdos)
La libertad es dura, conlleva sacrificios personales en la búsqueda de la liberación colectiva.
Tanto Joker como Batman encarnan dos extremos opuestos de esta búsqueda: uno individual, el otro social. Pero ambos coinciden en su descontento ante la falsa libertad que proporciona una sociedad que globaliza el sacrificio y privatiza el beneficio.
La esperanza radica en saber que toda mejora global comienza en un cambio individual; la esperanza se encuentra en una juventud a la que hay que integrar y no marginar; la esperanza se baña en los ojos azules de una Robin que confía en el mañana; la esperanza impregna el ...”ésta será una buena vida”... que cierra el relato.
Si al placer de una primera lectura, unimos los encantos ocultos que conlleva la relectura del relato podemos asegurar que nos encontramos ante una fábula tan inmortal como el deseo de justicia de Batman; tan actual como el intento de Dos Caras de volar Las Torres Gemelas de Gotham; tan mordaz como el adjetivar a la banda de jóvenes asesinos con el calificativo del producto estrella de la competencia: Mutantes.
El resultado final fue una obra que, aunque cubierta por una capa de desencanto que hace que se te empequeñezca el alma, guarda un mensaje de esperanza que hace que se te agrande el corazón.
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